Cuando se producen grandes acontecimientos en los alrededores de la presidencia de la Confederación Canaria de Empresarios (CCE) todo el mundo se acuerda de Antonio Rivero y de cómo tuvo que abandonar su puesto tras un almuerzo conmemorativo de Navidad. No es que el actual presidente, Sebastián Grisaleña, se esté planteando dimitir ante el meneo sufrido este martes como consecuencia del caso Santiago, sino porque no hay que descartar en absoluto que en la Confederación alguien le pida explicaciones y responsabilidades. Grisaleña y Félix Santiago han presumido siempre de compartir una gran amistad, pero la debilidad mostrada por el jefe de la patronal ante el Gobierno por la correlación de fuerzas dentro de la Autoridad Portuaria de Las Palmas empañó esa relación hasta el punto de convertirla en enfrentamiento institucional grave.