Con la paz interna garantizada ante la postura de Félix Santiago de no dañar a la patronal, Sebastián Grisaleña abandonó momentáneamente la sede de la Confederación de Empresarios para acudir a la toma de posesión de Javier Sánchez-Simón. Otro gesto más de entreguismo que, sin embargo, Grisaleña vende como una oportunidad para volver a decirle a Paulino Rivero que no intente cambiar el decreto de selección de representantes porque cometería una ilegalidad. Advertencia inútil porque ya no es precisa esa modificación: se han arrodillado los empresarios y han quedado removidos los obstáculos para que el PP haga lo que le dé la gana en ese organismo. O lo que pueda, porque el bloqueo que va a sufrir la Autoridad Portuaria de Las Palmas va a ser de traca cada vez que a Soria o a los suyos se les ponga en las narices ejecutar alguna de sus tradicionales trapisondas.