Puede que todo haya sido un espejismo, que el público en general haya malinterpretado la entrevista que este domingo se publicó con ásperas declaraciones del nuevo presidente de la Autoridad Portuaria de Las Palmas, Javier Sánchez-Simón. Puede que el contexto fuera especialmente hostil, que una cosa llevara a la otra, y ya se sabe lo poco que cuesta al ser humano poner la boca a temperatura ambiente. Porque no se explica que dos días después el mismo presidente portuario que desafiaba a los empresarios de la Confederación se presentara en la sede patronal con el mismo mensaje de siempre: el consenso, el diálogo, lo mejor para el Puerto... El presidente de los empresarios, Sebastián Grisaleña, ofició de hábil componedor para no poner en un brete al presidente portuario, con el que se reunió en privado diez minutos antes de someterlo a la Junta Directiva de la Confederación. Quizás por eso sus agrias declaraciones no se abordaron allí más que de pasada, el instante justo para reconocer que alguien le cogió en ayunas y le revolvió la cena.