La ventaja que tienen estas crisis de Gobierno tan cantadas en Canarias (en Madrid todavía andan recuperándose del susto del 14-M, que cogió a todo el mundo con los pies sobre la mesa del despacho) es que el personal se prepara a conciencia. Los más sensibleros acuden a un psicólogo que les ayude a reintegrarse a la vida civil, a abandonar el coche oficial y a saludar a la peña de la cafetería cada mañana sin que se note en el morro ese rictus de rasquera que no se puede aguantar. A la espera de saber si con los del PP el PSOE consigue llevarse por delante otras ramificaciones de la futura upenización, nos cuentan que los directores generales conservadores no lo llevan especialmente mal. Les ha caido la paga extra de julio a tiempo y los cálculos que les hacen los técnicos hablan de unos 3.000 euros de finiquito, así como para terminar de pagar alguna letrilla atrasada. Pero lo que más ha llamado la atención en algunos departamentos ha sido el furor de algun que otro director general con los rotuladores que gasta el Ejecutivo. Se los llevan a puñados, oye, lo cual ya no es acopio para tiempos de crisis, es mangoneo. Así que quietitos, que se les está notando.