Pero donde don Antonio Castro Feliciano rebasó todos los límites de lo inconcebible fue cuando, en calidad de presidente del TSJC, dijo a la prensa que le parecía muy mal que el portavoz parlamentario del PSOE, Hernández Spínola, criticara por poco ética la designación de Salvador Iglesias, ex director general del Gabinete del presidente del Gobierno, como magistrado suplente del alto tribunal canario. Castro reclamó de Spínola que concretara la raya donde se fija la ética para este tipo de nombramientos, y lo dijo quizás dolido por haber sido precisamente él quien acabó avalando reglamentariamente el nombramiento de Salvador Iglesias. A Carmelo Padrón le quiso empurar el fiscal jefe de Canarias por criticar a un magistrado que lo tuvo trece años sufriendo un injusto calvario judicial, y no nos suena haber leído un pronunciamiento ético de don Antonio. Qué pena.