Llevan meses charlando, cada vez de manera más formal, José Carlos Mauricio y Juan Carlos Alemán. Ambos lo desmienten siempre que pueden, pero les garantizamos que lo tenemos confirmado. Alemán ya mostró peligrosos “síntomas orgánicos de manera voluntaria” en la anterior legislatura, cuando un perseverante Román Rodríguez trataba de convencerle de la conveniencia de no ir a contarle a Mauricio todas las cuitas que el presidente le confiaba en su despacho. Pero es superior a sus fuerzas, quizá por ese encanto de viejo compañero comunista que Mauricio ejerce sobre el líder regional de los socialistas. El camarada maldito lo ha convencido de lo del giro a la izquierda, de la nueva era del centro-izquierda, y Alemán se lo ha creído. Mientras, a la gente de Ican, Mauricio les ha pedido silencio absoluto en público, “que de Alemán ya me encargo yo”.