José Carlos Mauricio tiene fama de conseguidor empresarial. Eso ya no hay quien lo dude a estas alturas de la película, y a las pruebas nos remitimos. Lo que no sabíamos es que fuera un conseguidor recalcitrante, de esos que se empeñan y se empeñan y, a pesar de que el empresario a beneficiar no quiera, él insiste. Y no vean hasta qué punto llega a insistir. Hace unos días se reunió en Madrid con la dirigencia de Cemex, la empresa propietaria de la cementera de Arguineguín, para contarle las bondades de trasladarse a Marruecos. Se trataría, de prosperar las tesis mauricianas, de una deslocalización de una industria estratégica, pero si él está tan majadero, y conociéndole como le conocemos, mucho nos tememos que ese traslado debe ser lo mejor que nos podía pasar a los canarios. Y a los mexicanos también. ¿O no?