Dicen los que conocen bien a José Carlos Mauricio y a José Manuel Soria (el orden de los factores no altera el producto) que las relaciones entre ambos no atraviesan su mejor momento. Se han distanciado algo por el asunto de la Gran Marisma y algún quítame allá esos casinos, que me estás creando un problema tremendo. Debe ser cierto y se mostró a las claras en este pasado debate del estado de la nacionalidad. Mauricio se aburrió, lo cual no constituye una novedad, pero escuchaba con atención todas las intervenciones, especialmente las de Juan Carlos Alemán. Debieron gustar al camarada consejero las cosas que dijo el dirigente socialista porque llegado el momento de los aplausos, se le escaparon las manos, e instantes antes de que chocaran entre sí, apercibióse de la que se armaría, y se las frotó como quien está en Artenara en una gélida noche de invierno. Se privó Mauricio de aplaudir, y se privó de contento de que alguien intentara frenar tanta arrogancia.