Según los expertos, una buena cancha de fútbol de césped artificial viene costando en torno a 250.000 euros, pero el truco para los desaprensivos está en cobrar eso y aplicar calidades que en el mercado no superarían un precio final superior a 150.000 o 175.000 euros. El modo de operar sería el siguiente: la Federación de Fútbol se entera de que algún Ayuntamiento o similar quiere un campito y rápidamente ofrece un convenio de colaboración por el cual cada una de las partes aporta la mitad del presupuesto. Al final el campo de césped cuesta en torno a 200.000 euros, pero el precio de mercado por esas calidades aplicadas supera difícilmente los 150.000. La Federación asegura que gracias a su intervención se consigue un gasto menor, pero la realidad es que se resiente la calidad de modo clamoroso. No debe creer lo mismo el Consejo Superior de Deportes, que lleva dos años negándole la subvención para infraestructuras porque ha detectado irregularidades en los campos de césped sintético.