Nada dice el decálogo de buen gobierno dado a conocer este domingo por Mariano Rajoy de la participación ciudadana, de los canales de control y acceso a la información por parte de los contribuyentes. Suponemos que irá en algún otro capítulo de la tumultuosa campaña electoral que se nos viene encima, baratita, sí, pero ya verán qué peloteras. Mientras nos enteramos qué nos reserva el PP para ese aspecto tan reclamado por movimientos como el 15-M, nos tenemos que quedar necesariamente con los hechos, que son muy tozudos a la par que elocuentes. Por ejemplo, ¿qué pasó este viernes en las juntas de distrito de Las Palmas de Gran Canaria? De la concejala de Participación Ciudadana sabemos que se llama Carmen Guerra, y que hasta el otro día, como quien dice, fue diputada nacional. Allí no aprendió mucho de hábitos democráticos y por eso no permitió a los vecinos que hablaran libremente sino que sólo lo hicieran los que en tiempo y forma habían pedido la palabra ¡por escrito y especificando de qué pretendían hablar! Solamente pudo hacerlo, por tanto, un vecino que había seguido el trámite, pero también sufrió las rigideces de la señora Guerra cuando intentó plantear un asunto que no coincidía con el que el hombre había puesto en su reglamentario escrito de pido la palabra, señoría. Esto marcha, Mariano.