El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
El domingo de mayo más decisivo en décadas
Como ocurrió en la transición política española, ese periodo que algunos tratan de descalificar por la vía simplista de la generalización, la política ha vuelto a interesar a una inmensa mayoría de los ciudadanos. Aunque por motivos distintos, obviamente. Si a finales de los setenta el deseo irrefrenable era echar al dictador y encauzar un proceso de libertades lo más amplio posible, en esta ocasión la responsable es la crisis económica, que se ha trasladado a todos los órdenes de la convivencia y del sistema político e institucional. La consigna más extendida parece ser la de que hay que echar a los que están para que entren otros, y esos otros han de ser, según esa corriente imperante, los que nunca han estado, los que aseguran tener en sus manos la solución a todos los problemas y la fórmula mágica que nos permitirá a todos volver a creer en la política y en las instituciones democráticas. Serán esos nuevos partidos, los emergentes, Podemos y Ciudadanos, los que con toda probabilidad van a marcar el signo de las urnas este domingo. Su presencia, especialmente en las grandes ciudades, puede dar un vuelco a la actual correlación de fuerzas en ayuntamientos, cabildos y Parlamento regional, y hacer que muerdan el polvo los que hasta el otro día se creían imbatibles. Pero no parece, a la espera de lo que digan los indecisos y las sorpresas, que esa aparición estelar de los nuevos partidos vaya a acabar con el bipartidismo, que en Canarias es tripartidismo. Coalición va a resistir a duras penas, el PSOE va a resistir a duras penas, y el PP, que ha hecho girar su campaña en base a una recuperación económica que nadie se ha creído y para la que reclama ser refrendado por los electores, va a sufrir un severo varapalo, pero hasta es probable que saque más votos que nadie. Salvo cataclismo no descrito en las encuestas, ninguna de las nuevas formaciones políticas arranca esta jornada electoral con opciones claras de ganar en alguna de las instituciones de relieve de Canarias, pero el que se atreva a asegurar que es del todo improbable, es un atrevido. Estamos ante el resultado más incierto de las últimas décadas en toda España.
Una pasta
Los partidos políticos con posibles han echado el resto en esta campaña, sabedores de lo que se juegan. El PP, de un modo más evidente que el resto, hasta se niega a comentar cuánto se ha gastado. En Canarias ha sido con diferencia el que más espacios publicitarios y mediáticos ha contratado, el que ha llenado las estaciones de guaguas, las portezuelas de los taxis, las vallas, las banderolas y los rincones más insospechados de las ciudades. La evidencia de que todas sus campañas electorales, desde que se conoció el caso Naseiro, allá por los ochenta, han sido costadas con dinero negro y/o con aportaciones no declaradas y contabilidades en B permite a todos pensar lo peor también esta vez. Burro viejo no aprende idiomas, y resulta muy sospechoso que al despliegue siga la negativa a la transparencia, a contar cuánto ha costado la fiesta. En desembolso económico al PP le ha seguido el PSOE, pero a una distancia ciertamente considerable. Los que menos parecen haberse gastado, pese a cargar con el sambenito de estar financiados por el Ibex 35 son los de Ciudadanos, haciendo bueno el tópico de que los catalanes son agarrados como puños. Todos los gastos de la campaña del partido de Albert Rivera debían venir refrendados y financiados desde Barcelona, lo que obligó a los de Beatriz Correas a echar imaginación y tirar de amigos. Lo de Podemos fue algo similar: con estrictas normas de financiación emanadas de la dirección nacional, la fórmula del microcrédito no permitió al movimiento canario llegar a los 100.000 euros, lo que impidió incluso que la pasta alcanzara para los sobres de las papeletas, que repartían en pelota picada. Algunos partidos, como Nueva Canarias, gastaron solo mailing (envío de sobres con papeletas a los electores censados) alrededor de 350.000 euros. Coalición Canaria también gastó lo suyo, no se vayan a creer, y tiró de muchos jefes de prensa institucionales para aligerar los gastos. Al menos de aquellos que se prestaron ante el riesgo cierto de ser despedidos si no accedían a la petición.
Eslóganes a la medida
El Partido Popular parece empeñado en perder estas elecciones por goleada, aunque de manera muy habilidosa confía en encontrar en la amplia bolsa de indecisos -donde seguramente habrá mucho voto propio- el salvavidas para frenar el batacazo. Por eso ha elegido un eslogan y una estrategia de campaña destinadas a reivindicar sus políticas económicas como las únicas posibles y a apropiarse de la recuperación económica global, que en España es la que es. La infección de corrupción que le corroe puede pasarle una factura más alta de lo que cree, aunque hasta ahora su electorado se la haya perdonado incomprensiblemente. El PSOE ha preferido hacer un guiño a su izquierda y asegurar que piensa gobernar “para la mayoría”, apoderándose de este modo uno de los mantras de Podemos, “gobernar para la gente”. Su escora hacia la izquierda era más que aconsejable, veremos qué pesca. Coalición Canaria ha querido romper con el pasado más reciente que encarna Paulino Rivero empleando un eslogan gramaticalmente discutible, “De aquí en adelante” (“De ahora en adelante” habría sido más correcto, que aquí es adverbio de lugar, y ahora, de tiempo, salvo otras connotaciones isloteñistas que preferiríamos soslayar). Fernando Clavijo ha sostenido en esta campaña que CC ha hecho autocrítica y que ha aprendido de sus errores. En realidad se ha tratado de otra cosa que más tiene que ver con la devolución a ATI de su poder tradicional, lo que podremos comprobar en muy poco tiempo. El mejor eslogan es, sin embargo, el de Podemos. “Ahora”. Sintetiza de manera casi dramática la necesidad de ese partido de hacerse con un hueco electoral importante que le permita dar el salto a La Moncloa en noviembre (o antes, según le convenga a Rajoy). Las encuestas reflejan un estancamiento en su crecimiento, cuando no cierta caída en el respaldo de los españoles. Su momento es ahora, antes de que acabe la crisis y con ella la indignación que le ha catapultado. Es bueno también “el cambio seguro” que vende Ciudadanos, con el que muerde al PP y también a Podemos, lo que ha venido a animar el cotarro electoral enormemente. Y más que lo hará de junio a noviembre, cuando los apoyos de la derecha económica contraria al PP se hagan más evidentes.
Nuevos y viejos candidatos
Quizás hayamos caído en la rutina de evaluar a los candidatos que se presentan a las elecciones por una serie de estándares que, en gran medida están en discusión. Hasta ahora contaba mucho, por supuesto, la preparación, entendida ésta como el conocimiento del terreno que pretendía pisar si resultaba elegido. La capacidad para comunicar esa preparación, lo que se asemeja mucho a lo que se ha dado en llamar carisma, era otro parámetro indiscutible. Si además se mostraba capacidad de liderazgo, el candidato o candidata ganaba enteros. La fauna política se nutría de dos grupos claramente identificables. Por un lado, funcionarios, empresarios o profesionales liberales con oposiciones, contratos o capacidad suficiente para regresar a su vida y hacienda anteriores en caso necesario. El otro grupo, que al principio fue más limitado pero que se ha convertido en mayoritario, están los que eligieron desde el principio vivir de la política al precio que fuera. Los grandes partidos políticos se han llenado de estos especímenes hasta convertirse en maquinarias caras, ineficientes y, en algunos casos, corruptas. Algunos de los candidatos que se presentan este domingo –por ejemplo- a presidir la Comunidad Autónoma de Canarias pertenecen a este último grupo de grandes dependientes de la política. Soportan elevadísimas hipotecas y se quedarían sin sustento o al resguardo de cualquier puerta giratoria en el caso de fracasar en este intento. Por eso han sido capaces de todo en esta campaña. La llegada de nuevos partidos, todavía virginales, o al menos en apariencia, ha incorporado a candidatos que presumen de altamente cualificados, con carrera, oficio y beneficio. Llegan a la política para sacarnos a todos de esta mierda en la que estamos metidos sabedores de que las fórmulas disponibles son las que son, y que salvo el chocolate del loro, el percal es el que es. Muchos de ellos entrarán el domingo en el mismo sistema que públicamente han repudiado, veremos cuánto tiempo tardan en cogerle el gustillo.
Pero muy flojos en general
Ha dado verdadera lástima, cuando no vergüenza ajena, escuchar a algunos de los candidatos y candidatas que estas últimas semanas se han dedicado a pedirle el voto a los canarios. A algunas y algunos de ellos no los salva ni siquiera la veteranía que sin duda atesoran, mientras que a los recién llegados se les perdonan los apoteósicos patinazos por aquello de que no tienen el colmillo suficientemente afilado aún. Pero, en general, nos enfrentamos a unas elecciones inciertas de las que saldrá un Parlamento de Canarias muy renovado pero a su vez plagado de mucho inexperto, cuando no de marcianos. En los partidos emergentes la vieja guardia ha preferido quedarse detrás de las caras nuevas pasando verdaderos apuros ante la inmadurez y las meteduras de pata del elegido o elegida. La excepción que confirma la regla ha sido Román Rodríguez, candidato de Nueva Canarias, conocedor como ninguno de sus adversarios de todos los entresijos económicos, sociales y políticos de Canarias, y salvo gallo tapado, se convertirá a partir de este verano en al rey del mambo en Teobaldo Power. La política es la misma ciencia ahora que cuando había que echar a Franco. Consiste en resolver los problemas de los ciudadanos, en mejorar sus condiciones de vida, y en ser honrados y eficientes. Ni todo lo que habita entre nosotros es desastroso, ni todo lo que está por llegar es la panacea.
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