Los primeros síntomas de que a Cristina Tavío se le acababa la gasolina vinieron inmediatamente después de las elecciones autonómicas y locales del pasado mes de mayo, a pesar de los magníficos resultados que cosechó en la isla de Tenerife. Nunca se los reconocieron suficientemente y, a pesar de sus méritos, que los debe tener, se convirtió desde entonces en la única presidenta insular que no tiene cargo público con mando en plaza y coche oficial: es diputada regional de a pie y portavoz municipal en Santa Cruz de Tenerife, donde ganó las elecciones para perder la cuota de poder que hasta entonces había disfrutando junto al histórico socio nacionalista. Luego llegaron las elecciones generales y, tras el triunfo arrollador de su partido, nuevos desplantes. Con la posibilidad de nombramientos propuso nombres y José Manuel Soria hizo exactamente lo contrario, elevar a los que propuso Antonio Alarcó. Así, Guillermo Díaz Guerra fue nombrado subdelegado del Gobierno en Santa Cruz de Tenerife y la también consejera del Cabildo Beatriz Barrera se perfila como firme candidata a presidir la Zona Especial Canaria en sustitución de Juan Alberto Martín. Son personas todas ellas de la confianza de Alarcó, que va tejiendo de este modo su red de cargos públicos leales para lo que pueda ocurrir en el futuro.