En tiempos de profunda crisis económica, de recortes presupuestarios, pretender ver en una medida de considerable ahorro económico un ataque a la integridad, a la independencia y a la autonomía de la Universidad de La Laguna es una auténtica memez impropia de dirigentes universitarios que se convierte en repugnante en dirigentes políticos que han de allanar el camino de la coordinación interinstitucional y un mejor servicio a los ciudadanos. Empezaron, como casi siempre, desde las páginas del periódico El Día, que este martes llegó al culmen de la cachanchanada al dedicar nada menos que su portada a un editorial en el que se hablaba prácticamente de una revolución contra el canarión sin explicar ni un solo momento en qué consistía el despojo, seguramente por ignorar por completo en qué consiste el distrito único. Si al principio el Gobierno desoía las críticas neochicharreristas, la decisión de sumarse a la fiesta por parte de instituciones como el Cabildo de Tenerife o el Ayuntamiento de Santa Cruz, además del contagio súbito sufrido por las autoridades académicas laguneras, le condujeron a replantearse la medida. ¿Con qué resultado? Muy sencillo, 4.000 estudiantes de La Laguna se quedarán pendientes de poderse preinscribir mientras aparece una solución (seguramente onerosa) para dar salida a esa situación tan pueblerina. La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que no ganaba absolutamente nada con esta aportación desinteresada, nada pierde porque nada tenía tampoco que perder. Eso sí, para la posteridad queda una hazaña más de los que no ven más allá de su propio ombligo. Que con su pan se lo coman. Amén.