Burro viejo no aprende idiomas. La inmensa mayoría de los políticos que pueblan las administraciones canarias se desparraman proclamando la necesidad de cambiar lenguaje, hábitos y vicios (que los hay y en abundancia), pero a la hora de la verdad repiten como cotorras los mismos patrones que han conducido al personal al descreimiento generalizado. Cualquier día vale para extraer algún ejemplo de esto que decimos, pero vamos a centrarnos en este miércoles tan sandunguero, con el Parlamento canario reunido en sesión plenaria, lo que siempre es un semillero de boutades y de boberías (BB). Ayer le tocó al Diputado del Común, y no a la persona de Jerónimo Saavedra ?distingamos-, sino a la institución que él representa. Depende del Parlamento, como la Audiencia de Cuentas, órganos ambos que son trascendentales para garantizar la transparencia y el buen gobierno económico de las instituciones canarias, lo que no tiene que significar automáticamente que siempre hayan operado para esos fines. Hay ejemplos positivos, sin embargo, como la reciente acusación al portavoz del PP en el Cabildo de Gran Canaria, Carlos Sánchez, cuyo proceso penal se abrió porque la Audiencia de Cuentas detectó que el hombre había dictado para él y los suyos una amnistía fiscal en el Ayuntamiento de Santa Brígida. Con un par. En los tiempos que corren, ese tribunal contable y el Diputado del Común son figuras intocables a las que, al contrario de lo que promueve el PP, hay que exigir más diligencia para que no dejen pasar ni una: la Audiencia fiscalizando las cuentas de las instituciones públicas, y el Diputado del Común defendiendo a los ciudadanos ante los abusos de las administraciones. Pero al PP, ya saben, hay cosas que le importan exactamente una higa si con sus particulares pendejadas desgastan al Gobierno de turno y a los partidos de turno que lo sustentan. Y lo que hicieron este miércoles en el Parlamento es, además de una sucesión insoportable de machangadas, una falta de respeto a los ciudadanos.