Le sobró la mitad, dicen los más prudentes; no tenía nada de institucional, dicen los expertos. Pues a mí me gustó, sostienen los optimistas. Porque si algo tuvo la segunda parte del discurso de Juan José Cardona en el acto oficial de entrega de honores y distinciones de Las Palmas de Gran Canaria fue precisamente eso, su optimismo. Es verdad que la primera parte no fue muy afortunada: habló de elecciones, de los indignados, del clamor de cambio... en un momento en el que el respetable esperaba del alcalde un pronunciamiento más protocolario y solemne, dedicado a los hijos predilectos, a los hijos adoptivos y a los distinguidos con la Medalla de Oro de la ciudad. Pero es igualmente cierto que, superada esa tentación de hacer valer su triunfo electoral e identificarlo con las ansias de cambio de la sociedad, el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria se dedicó a lanzar mensajes de optimismo (“veo la luz al final del túnel”) y hasta se mostró como el más entusiasta valedor de la candidatura de la ciudad a capital europea de la cultura en 2016. Un buen síntoma de respeto a los esfuerzos y a las iniciativas de su antecesor, que además de la capitalidad, dejó bien encaminado -también con un amplio consenso político y social- el proyecto de diseño de la ciudad en Proa 2020, del que no hemos oído mucho estas dos primeras semanas de mandato popular.