Paulino Rivero empleó más tiempo en hablar de la corrupción, perdón, en defender la presunción de inocencia ante los casos de corrupción política detectados en Canarias, que en hablar de empleo, de turismo, de los menores en situación de riesgo o del Estatuto y la reforma electoral. Se adentró peligrosamente en la defensa de la presunción de inocencia, de la independencia de los jueces y en el “rechazo a los juicios paralelos que destrozan el buen nombre y el honor de las personas”. ¿De verdad, señor Rivero? Es curioso porque el partido del aspirante y el partido de su socio, el PP, firmaron unas conclusiones de la comisión eólica que tuvieron como único objetivo el asesinato de imagen de un ciudadano que nada tiene que ver con el escándalo por el que se investigaba a un Gobierno de PP y ATI. Tiene guasa la primera incursión en la decencia política del candidato a presidente.