A Ricardo Costa no lo vuelven a trincar haciendo el tonto, por mucho que lo pueda parecer, especialmente cuando habla y descubre al mundo ese tonito de pijo irredento y repelente. Está imputado en el caso de los trajes de la trama Gürtel, pero también lo está en la causa en la que se investiga la financiación ilegal del PP valenciano. Por eso no compartía las tesis de su partido de aceptar los cargos recogidos en el auto de procesamiento del juez José Flors y conformarse con las condenas solicitadas por el Ministerio Fiscal, 50.000 euros de multa. Y los correspondientes antecedentes penales, que lo mandarían a la cárcel en cuanto le caiga encima una segunda condena, algo que a estas alturas no se puede descartar en absoluto. Pero a Costa, hermano del que llegara a ser incluso delfín de Aznar, Juan Costa, lo apretaron tanto que terminó aceptando ir al TSJC y proceder a su suicidio político. Pero puso una primera e imprescindible condición, que antes lo hiciera Paco Camps. El molt honorable president contestó que sí, y los servicios de Presidencia llamaron al TSJC a eso de las dos de la tarde para anunciar que iba para allá, que la abrieran las puertas para entrar con su coche oficial y evitarse sofocones innecesarios. Los otros dos imputados, Campos y Betoret, ya habían ido a firmar su declaración de culpabilidad, su aceptación de convictos y confesos y su disposición a asumir la condena. Pero Camps cambió de idea in extremis, y Costa ni se planteó levantarse del Parlament para ir a firmar.