Hace tiempo que Mardones está cabreado con su partido, que lo viene ninguneando de modo descarado, especialmente desde que irrumpiera en el palacio de la carrera de San Jerónimo ese terremoto que se llama Ana Oramas. El veterano diputado, además, no quería retirarse de la política prestándose una vez más (e irían ni se sabe) al pernicioso juego de la crispación y la confrontación irracionales y gratuitas contra el Gobierno socialista. Es viejo lobo de mar y sabe que la factura que se paga por esas cosas suele ser cara. Pero el detonante para su decisión se produjo esta misma semana en el Senado, cuando sus compañeros de CC no apoyaron la reprobación de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, después de haberle obligado a él a reprobarla contra su voluntad en el Congreso. La financiación del tren tinerfeño hizo cambiar el sentido del voto y lo dejó a él con los glúteos in the air.