Impactante. Ese es el calificativo que más repitieron quienes este miércoles vieron a la consejera de Turismo del Gobierno de Canarias, Rita Martín, en dependencias públicas. Con el pelo recogido con un moño, de riguroso luto, al más genuino estilo de Bernarda Alba (con perdón) y sentada en una silla de ruedas por la reciente rotura de peroné que sufrió en la fiesta de Los Indianos, de La Palma, Martín se constituyó este miércoles en la reunión del Consorcio para la Rehabilitación Turística del Sur grancanario. Dicen las malas lenguas socialistas que la doña se saltó una comparecencia en el Parlamento, donde debía dar cuenta de su brillante gestión, alegando problemas de salud. Los problemas los tiene, y algunos son de salud, efectivamente. Otros tienen que ver con el poco respeto que debe profesar al Parlamento y el miedo a ser destituida cuando, precisamente, el turismo empieza a despuntar y no necesariamente gracias a ella.