Los representantes de los bomberos y la plantilla en su conjunto conocían desde febrero la decisión del consorcio de recortar sus extras salariales de manera drástica. Sin embargo, han esperado a septiembre para plantear sus reivindicaciones y, sin permitir la menor negociación previa, convocar una huelga que debilite a la parte política de la parte contratante a ocho meses de las elecciones locales. Quizás Pedro Moreno, de Comisiones Obreras, y los que le siguen con la flauta y el tambor, crean que también en esta ocasión van a conseguir arañar lo indecible. Pero mucho nos tememos que en esta ocasión hay hueso para morder porque no hay dinero para esos caprichos. Para que se hagan una idea, los bomberos del consorcio lograron establecer en sus anteriores negociaciones unas condiciones laborales que contemplan sólo 57 jornadas de trabajo al año, a razón de 24 horas cada una, contraviniendo los acuerdos internacionales que exigen que el máximo sea de doce por motivos de salud. ¿Por qué esas jornadas? Muy sencillo, porque paralelamente, en un anexo de los acuerdos, aparecen unas exigencias muy coquetas, las dotaciones mínimas con las que ha de contar cada parque de bombero. Y es aquí donde está el gol por la escuadra que los huelguistas ahora no quieren confesar que se metió con la mano.