Desde que fuera desalojado de la alcaldía de Arucas José María Ponce, uno de los escuderos más fieles de Soria, el presidente del PP esperaba de Carmen Guerra su renuncia al acta de diputada por la provincia de Las Palmas, de modo que el aruquense pudiese acceder a su plaza por ser el siguiente de la lista. Era una jugada perfecta porque Ponce conseguía de ese modo remedar a su principal rival político en la ciudad norteña, Ángel Víctor Torres, que entró en el Congreso de los Diputados tras la renuncia de López Aguilar. Pero Guerra no aflojaba un punto y la renuncia de otro diputado, Cándido Reguera, tras acceder a la alcaldía de Arrecife, alivió la presión que ejercían sobre ella tanto Soria como María Australia Navarro. Ahora ha tomado su decisión algo más desahogada, y por fin consciente de que no estaba dando la talla como portavoz del PP en el Cabildo, para regocijo del grupo de gobierno, particularmente Carmelo Ramírez, y algún que otro compañero de grupo, verbigracia, Larry Álvarez.