No vamos a ser tan crueles como para olvidar que el PP ganó las elecciones en Canarias, aunque con igual número de diputados que CC, lo que vuelve a demostrar lo ingrata que es esta Ley Electoral, como puede apreciarse en la siguiente gráfica. José Manuel Soria digiere traguito a traguito la misma medicina que él y Paulino Rivero administraron a Juan Fernando López Aguilar hace ahora cuatro años, y por su cada vez más desorganizada cabeza pasan velozmente aquellas imágenes en las que se le veía haciendo gracietas desde su escaño con una plana publicitaria de una agencia que anunciaba viajes a Madrid a ventajosos precios. Ahora es él quien gana y pierde y quien, fitetú qué cosas, y quien quiere dejar la política canaria para marchar a la Villa y Corte en busca de nuevas promesas marianas. Mientras tanto, para que la prensa no se olvide de él y de lo que un día significó en esa política que ahora le castiga, Soria sigue haciendo sonar la cornetilla de Pepe el Cañadulce con la que anuncia al mundo que todavía puede ser presidente del Gobierno gracias a los votos de su partido (21), de Román Rodríguez (3) y de un indefinido grupo de nacionalistas y socialistas -hasta sumar siete- que sueñan con elevarlo a las más altas magistraturas de la región y de la humanidad a ser posible para que pueda volver a demostrar la calidad de buen gestor y maravilloso demócrata que atesora. Hacía mucho tiempo que un político no despertaba tanto rechazo por sus payasadas absolutamente fuera de lugar.