Malos tiempos para la tropa pepera canaria con ansias renovadoras. La aplastante victoria del PP y los 96.000 votos extras aportados por las huestes isleñas a los 550.000 que Rajoy obtuvo de más respecto a 2008, le han dado a José Manuel Soria muchas alas en Génova, pero también en los cuarteles generales isleños, donde algunos habían sorteado su túnica con un poquito de antelación sobre el pitido final del partido. Para que quedaran claras las cosas, el mismo día en que Soria se mandaba a mudar del Parlamento, el martes, se constituyó por sorpresa en la Junta Directiva Insular, órgano que preside Cristina Tavío y al que no acostumbra acudir el líder regional. El motivo de tan insigne visita no era otro que marcar el territorio como los perrillos chirringos marcan con meadillas las cuatro esquinas de sus dominios una vez comprueban que no hay can más feroz en los alrededores. Seguro de sí mismo, inflado como nunca, Soria se dirigió a las masas con un triunfalista discurso en el que, además de recalcar el tamaño de la victoria y la humillación sufrida por los adversarios en Canarias, lanzó un claro mensaje a una clara destinataria: “Voy a estar más involucrado con Canarias que nunca”. A la presidenta insular del PP se le transformó en mueca esa sonrisa perenne y hermosa que luce en las grandes ocasiones, y sus músculos se dispararon nerviosos hacia todo tipo de movimientos desacompasados que ponían de manifiesto que o la silla tenía el mal de San Vito o a ella le venía muy mal estar allí oyendo según qué cosas.