Evitó Rivero el discurso sobre la “superpoblación” que tanto le asusta y que generó una fuerte contestación de dirigentes de PSOE y PP en el Club Siglo XXI, pues lo deslizó con tantos eufemismos que un periodista peninsular preguntó a sus colegas canarios si es que había “mucha natalidad en las islas”. Cuando se le hizo ver que el presidente se refería a peninsulares, europeos y no comunitarios, el curioso informador se quedó de una pieza. Y aún más cuando un comensal le preguntó a Rivero si era un problema la saturación de coches en algunas capitales del archipiélago. Entonces sí, el presidente saltó como un muelle y pontificó: la “capacidad de carga” de una isla es finita porque “es como un barco”, que si van 2.000 personas “hay que hacer cola para ir al servicio” y si son 8.000 “se hunde”. Tan escatológico ejemplo no hizo olvidar que el preguntante lo hacía por los coches y Rivero pensando en las multitudes que “invaden” Canarias, para a continuación pedir que vinieran muchos empresarios porque tendrían suelo industrial gratis. ¿Ha de venir la gente o no? A muchos no les quedó del todo claro, pues llegó a proclamar que Canarias debería quedar al margen del “derecho a la libre circulación” de personas y mercancías que rige en Europa. Sonó raro y peligroso el discurso de Rivero entre algunos comensales de postín.