Lo de la campaña de abonos está muy bien, además de ser muy necesaria. Pero la gente de a pie toda sumada no da para mucho más que salvar la categoría y un par de remiendos. A ese caldero hay que echarle un buen cabrito (y sin quitarle el espinazo). Uno sabroso que cueste tres millones de euros extra (aparte de los otros 3,6 de Barranco Seco), y esos precios no son asumibles para los que se ilusionan con un equipo y rebuscan en su bolsillo para poder pagar el abono. Más clarito, tiene que aparecer un chef que ponga esos 500 kilitos de los de antes que los 600 restantes vendrán por la vía cabildicia para tener algo con lo que negociar quitas y esperas con los acreedores, pagar nóminas y cumplir el primer plazo con Hacienda. A éstos no les gustan, ni para adorno de su casita rústica y campestre, los calderos vacíos.