La historia vital del Museo Élder de la Ciencia y la Tecnología de Las Palmas de Gran Canaria está plagada de visicitudes muy variadas y pintorescas. Su nacimiento ya fue accidentado, con un alcalde (Mayoral) empeñado frente a un Gobierno remolón y a un Cabildo pasota. Luego vino otro alcalde que habló de convertirlo en pinacoteca, pero se le pasó el hervor (o nadie pujó lo suficiente) y ahí sigue con la fuerza que le imprime cada día el inagotable Jacinto Quevedo. De la nave de Élder, el museo ya se ha ampliado a la antigua estación del Jet Foil y va camino de ocupar amplias zonas de los aledaños del parque de Santa Catalina. Pero lo que no han podido hacer alcaldes ni presidentes lo ha hecho este martes la fuerza del chiringuito. Tres mamotretos de Carnaval han taponado casi por completo la visión del acceso al museo, lo que dice bien poco del respeto que profesa el Ayuntamiento a esa institución del saber. Suponemos que el disparate se ha hecho de espaldas a la concejal de Cultura (y Carnaval), Isabel García Bolta, que es de lo mejorcito que tiene Pepa Luzardo en esa casa.