En aplicación de esa teoría del mal menor, un dique que jamás debió aprobarse (los planes portuarios lo colocaban en último lugar de las prioridades inversoras) se convierte, por arte de magia, en logro de la acción de gobierno municipal. Lo mismo va a ocurrir con el istmo, por lo que tenemos oído a los arquitectos internacionales que se han acercado por aquí a darnos su opinión. Como se da por hecho que tiene que haber rascacielos, será un logro enorme que en lugar de 48 pisos sólo tengan 28, lo que obligará a que en vez de dos torres haya que hacer tres. Será un regalo divino que la alcaldesa venderá como un gran logro. Ella prende la mecha, se monta la fogalera y luego viene en plan bombero a contarnos lo buena que es.