La gente de En clave de Ja debería cascarse un día un guión con ese cuadro tan pintoresco que formarían don Pepito, Ricardo Peytaví y Andrés Chaves montando el artículo editorial de cada día. Uno, de pie, paseando por la estancia con los ojos en blanco soñando con esa estatua ecuestre que algún día habrán de erigir en su memoria en la Plaza de España, rebautizada como Plaza de la República, con una placa de bronce que, con letras de molde, contenga la leyenda “A don Pepito, libertador de Canarias”. Los otros dos, resignados, sentados en un desfondado sofá, bolígrafo en mano, sudan la gota gorda mientras meten en vereda toda ese galimatías de ideas propias mezcladas con las del visionario que abarcan desde el franquismo más irredento hasta el independentismo más inmaduro e irracional, pasando por el insularismo de rosca-chapa y por el “coño don José, que tengo un hambre del carajo y ya no me fían en Los Limoneros”. Así las cosas, es de agradecer que los disparates sean a veces tan contenidos. Pero a lo que íbamos, el sábado, en su editorial, don Pepito y su mariachi parieron una pieza digna de estudio, con conceptos contradictorios entre sí, con afirmaciones que se niegan en el siguiente párrafo, o como muy lejos, dos párrafos después. De un lado al otro del terrorismo, de un lado al otro del independentismo vasco para terminar en las mismas sandeces.