Quizás la postura más sorprendente haya sido la de Miguel Ángel Sacaluga, un periodista criado y ensolerado en Radiotelevisión Española, donde también trabaja su esposa. Un conocedor de las entrañas de la casa y de los delicados equilibrios que hay que sopesar para que no se enciendan todas las alarmas del modo que se encendieron las últimas 36 horas. Pero, además, Sacaluga es un hombre de la máxima confianza de la cúpula del PSOE, particularmente de José Blanco, que lo respaldó para que fuera el representante socialista en el consejo, incluso con posibilidades recientes de convertirse en presidente de la Corporación tras la caída de Oliart. El daño que ha provocado a la candidatura de Rubalcaba le pasará una factura muy alta, sin duda, lo que hará que se froten las manos los que siempre lo han vinculado a cierta corriente dentro del PP, que lo aupó marital y profesionalmente en la etapa de Aznar. Lo que no resulta sorprendente, sin embargo, es la posición de Comisiones Obreras, un sindicato que tradicionalmente no ha tenido el menor recato en mostrar su deseo de controlar los informativos de la casa. Y en algunas ocasiones lo ha conseguido, como saben muy bien en el centro de producción de TVE en Canarias.