Los burros vuelan en los palacios de justicia, en sus pasillos y por los alrededores. Es un adagio comúnmente aceptado por los operadores jurídicos y por los justiciables que han podido ver su panza desde el suelo al tratar de clamar al cielo tras la lectura de una resolución. Puede darse la circunstancia de que un juicio por divorcio y su correspondiente sentencia tarden más que un proceso por violencia contra la mujer, otro por amenazas, otro por violación de condena, el cumplimiento de tal condena en sí misma y, ale hop, la ruptura de un estrecho vínculo entre abogado y patrocinado protagonista de esa sucesión de hechos judiciales que les acabamos de narrar. Sí, queridísimos, ha llegado antes la ruptura entre el abogado Eduardo López Mendoza y su insigne patrocinado José Miguel Suárez Gil que la sentencia de divorcio de este último con la que fuera su esposa y víctima, Josefina Navarrete, cuyo juicio se celebró el pasado noviembre. La noticia ha corrido como la pólvora por el foro, donde se siguen con cierta sorna las andanzas de este letrado, unas veces a pie y otras a bordo de un flamante Jaguar con el que da vueltas y vueltas alrededor de edificios judiciales para que no quede nadie sin verlo. López Mendoza parecía unido hasta la eternidad al Zorro Plateado. Incluso lo llegó a poner negro sobre blanco en un escrito judicial cuando, aún orgulloso de su patrocinado, llegó a afirmar que lo respaldaría aunque no le pagara porque no era una cuestión de dinero sino “de honor”. Para mear y no echar gota. No dice eso precisamente el escrito presentado el pasado día 20 por este letrado y la procuradora Marta Pérez Rivero al Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 2 de Las Palmas de Gran Canaria, donde se sustancia la siguiente causa contra Suárez Gil: “El letrado y la procuradora que suscriben participamos la renuncia a la defensa de don José Miguel Suárez Gil por haber surgido diferencias de criterio insoslayables así como falta de provisión de fondos por el cliente para un eventual recurso de apelación y para la liquidación de la porción de honorarios adeudados por razón de la fase ya sustanciada del procedimiento de divorcio”. Es decir, que se acabó el honor y en su lugar ha prevalecido la lógica crematística, que ese Jaguar consume mucho y no están los tiempos para trabajar por amor al arte.