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'Alfredo Kraus. Desde mis recuerdos', un paseo por la calidad vocal del artista

Eduardo Lucas, otorrino de Alfredo Kraus, opina que el tenor canario estaba “en otra galaxia” por su voz “irrepetible”, que le permitió cantar Don Giovanni en Salzburgo con ronquera, mientras que ahora hay buenas voces pero poca técnica “y los cantantes empiezan su declive en cinco años”.

Así lo manifestó el médico en una entrevista con motivo de la presentación en Canarias de su libro Alfredo Kraus. Desde mis recuerdos, en el que rememora sus veinte años de amistad con el tenor y en el que no oculta “su parcialidad”, puesto que es “un homenaje al mejor cantante del siglo pasado”.

“En ningún momento he dudado lo más mínimo de que habrá voces más bellas o más apasionadas, pero mejor que la de Kraus ni existe ni probablemente existirá”, ya que fue “un fenómeno en la historia del canto y de la voz humana”.

Nadie puede presumir de que en 43 años de carrera profesional jamás haya fallado en una función ni cancelado una ópera, y sólo en una ocasión aplazó un concierto en Barcelona por molestias, que luego cantó “perfectamente” a las 48 horas.

De hecho la técnica “insuperable” de Kraus provocó que al escuchar por casualidad, “un día que me aburría” en casa de unos primos en Barcelona, un disco de romanzas de zarzuela del tenor, sintiese “qué cosa más rara” y se decidiese a buscar más grabaciones, “lo que fue mi perdición y la culpa de que me hiciese otorrino”.

Eduardo Lucas, natural de Jaén, quiso estudiar medicina “para ver la garganta a Kraus” y cuando era estudiante y el tenor actuaba en Madrid “vendía mi sangre para tener dinero para la entrada” y se dirigía en autoestop a la capital española.

El propio Kraus le comentó que estaba “loco” cuando se enteró de estos hechos tras conocerse ambos en 1979, en Las Palmas de Gran Canaria, el inicio de una amistad “muy fuerte” que se prolongó hasta el final del tenor.

El libro consta de veinte capítulos monográficos y en la primera parte se describen los primeros tiempos del cantante contados por su hermano Francisco.

Además se relata desde un punto de vista científico la técnica empleada por el tenor, a quien Eduardo Lucas llegó a realizar en varias ocasiones una fibroscopia mientras cantaba, esto es, introducir un endoscopio de fibra óptica por la nariz para “enfocar” las cuerdas vocales.

Precisa el médico que la laringe de Kraus “era como todas” y le diferenciaban sus fundamentos fisiológicos y técnicos, lo que el crítico Arturo Reverter explica en el libro desde un punto de vista artístico.

Además, el libro incluye las semblanzas que del fallecido tenor efectúan Jaume Aragall y Pedro Lavirgen, entre otros, una cronología de sus actuaciones en todo el mundo, recitales -incluyendo el programa de cada uno- y hasta los ensayos que realizó Kraus, por lo que Lucas considera que de ningún cantante se ha escrito nada tan completo y exhaustivo.

También se describe cada uno de los veinte personajes emblemáticos que cantó Kraus a lo largo de su carrera analizados por críticos musicales, además de su discografía, filmografía, relación de monumentos, plazas y calles que le han sido dedicados e incluso un sello conmemorativo.

En opinión de Eduardo Lucas, el libro puede ser de gran interés para alumnos y maestros de canto, foniatras y laringólogos porque se desvela “en profundidad” la técnica de Kraus, basada en emitir la vocal “i”, que en todos los cantantes líricos suele ser “la cómoda” porque se emite por encima de las cuerdas vocales y permite al sonido subir “a los resonadores”.

Pero el tenor canario era capaz de igualar las cinco vocales con una voz homogénea a la que sacaba “mayor rendimiento que nadie”.

“He visto cantantes con el laringoscopio y en la ”i“ todos abren su estructura pero se cae en resto de vocales, con un sonido atrás y distante, menos limpio, homogéneo y timbrado”, detalla.

Por eso, aunque la voz de Kraus no era “tan grande” podía proyectarla con facilidad y calidad sonora, de manera que se le oía “hasta en la última butaca”.

El otorrino atribuye esta técnica al aprendizaje con sus primeros maestros de canto en Gran Canaria, Barcelona y Valencia, que lo pusieron “en el camino acertado” y él tuvo el talento y la prudencia de no salirse de esos esquemas y de no caer en la tentación de las multinacionales de discos, que le proponían grabar piezas que podían estropear su voz.

Prueba de su extraordinaria técnica, que le dio una gran longevidad profesional, fue el recital que ofreció Kraus en 1999 días antes de que se le diagnosticase un cáncer con metástasis, y que ofreció “con gran dignidad hasta la última nota”.

Como el tenor tenía resuelto el problema “de la vocalidad” centraba su atención en la expresión y la interpretación del canto, su “fiatto”, con el objetivo siempre de perfeccionar su lectura de la partitura “y respirar menos veces”.

Por ello cantaba la primera cadencia de La donna è movile con una sola respiración, explica Eduardo Lucas, quien considera que la compañera “ideal” de Alfredo Kraus sobre un escenario fue la italiana Renata Scotti por su voz “luminosa, potente y versátil”, que no tuvo “la personalidad deslumbrante” de María Callas, que cantó La Traviatta con el tenor canario.

El médico y escritor cree que el tenor actual más parecido a Alfredo Kraus por su técnica es el peruano Juan Diego Flórez, a quien dedica el libro junto a la cantante eslovaca Edita Gruberova, y considera que la granadina Mariola Cantarero puede situarse con el tiempo entre las tres mejores sopranos del mundo.

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