Eduardo Arroyo invoca su “reflexión espiritual” del 'Cordero místico'
MADRID, 4 (EUROPA PRESS)
Con una combinación de “reflexión espiritual” y “teatralidad”, Eduardo Arroyo reinterpreta 'El cordero místico', la obra de los hermanos Hubert y Jan van Eyck, conservada en Gante. Esta pequeña muestra, que alberga el Museo del Prado, esta compuesta 21 dibujos que recrean los paneles del Cordero Místico, 30 materiales preparatorios y tres piezas del artista. Estará expuesta hasta el 30 de septiembre.
Los personajes del 'Cordero Místico de Gante', se convierten así en la obra de Arroyo en protagonistas contemporáneos de nuestra sociedad. “Al igual que Van Eyck en su época, yo también he querido hablar del mundo que nos ha tocado vivir”, señala Eduardo Arroyo, y subraya que en este muestra no hay “burla” ni “provocación”.
Lo que sí hay son moscas. Así en la tabla inferior, Eduardo Arroyo sustituye el cordero colocado por Van Eyck como salvación y fuente de vida, por un tejido poblado de moscas, asociado inevitablemente a la muerte, modificando así el mensaje de la obra y aportando a la obra una de sus señas de identidad.
Cuenta Eduardo Arroyo que este trabajo es el resultado de una “obsesión” que comenzó hace años cuando conoció y visitó la obra del artista que reposa en la catedral de San Bavón (Gante). Esta pintura al óleo, compuesta por 24 paneles le intrigó y comenzó a trabajar sobre ella.
“Esto no ha sido un encargo del Prado. Es un encargo a mí mismo. Es un ejercicio desesperado por tratar de avanzar en la dura conquista cotidiana del lenguaje pictórico”, explica Eduardo Arroyo, quien ha querido esbozar su propio cordero místico acompañándolo de sus “guiños” personales.
Así Adán y Eva se visten como hombres y mujeres actuales; la Virgen y San Juan leen a Joyce y Stendhal; a su alrededor, los coros evangélicos se transforman en golden girls en “homenaje a todos aquellos que les ponen música a nuestros cuadros”; Caín utiliza un revólver para matar a Abel; el escenario flamenco se traslada a la Puerta de Alcalá y a la Plaza de Castilla de Madrid; los donantes se convierten en Ciudadano Kane y su “esposa” Peggy Guggenheim, y detrás de ambos -los más ricos del mundo según Arroyo-, el artista coloca la sigla del dólar como emblema de la riqueza y la mitología protestante del dinero.
Respecto a la presencia de Stendhal, Arroyo reconoce que es un “homenaje cursi a sí mismo” porque 'Rojo y Negro“ es un libro ”fundamental“ que relee habitualmente. Todo ello combinado con un ”mestizaje“ que el artista considera imprescindible. ”Yo siempre trato de ser poco excluyente“, confiesa.
LOS SANTOS, VAN GOGH Y OSCAR WILDE
Tampoco faltan los santos que el artista transforma en Van Gogh y Oscar Wilde, “dos suicidados de la sociedad”; y los jueces y caballeros que se dirigen a adorar al Cordero en la parte baja del retablo se modernizan transformándose en dictadores (Mobutu, Pinochet, Pol Pot o Franco), mientras los eremitas y peregrinos de Van Eyck se convierten en emigrantes y exiliados a los que Arroyo siempre ha recordado: Sigmund Freud, Albert Einstein o Walter Benjamin.
Todos ellos se exhiben en torno a La Fuente de la Gracia (1430), obra también basada en el Políptico de Gante, de la escuela de Jan van Eyck y que ofrece una variación de la época a partir del original.
En cuanto a la mosca, “hilo conductor” de la pieza, según explica el comisario de la muestra, José Manuel Matilla, jefe del Departamento de Dibujos y Estampas del Museo Nacional del Prado, sigue siendo para Eduardo Arroyo una obsesión, y también un símbolo.
“Las moscas me han fascinado toda la vida, sigo buscando moscas en los museos y tengo una pequeña colección de moscas”, reconoce el artista y subraya que aunque “nuestro país ha cambiado mucho” todavía existe alguna mosca. “La mosca es muy recalcitrante, pero un mundo sin moscas sería muy aburrido”, señala.
Preguntado por las influencias de esta obra, Arroyo cita 'El gran teatro del mundo' del Calderón de la Barca y asegura que también tiene “cierta espiritualidad, ¿por qué no?”. “No es un himno al cristianismo-- precisa-- pero sí es una reflexión espiritual” concluye.