'Los Invisibles de Kolda' rescata del olvido a 160 senegaleses que se ahogaron camino de España
El 23 de abril de 2007 el mar se tragó un cayuco con 160 jóvenes senegaleses que habían apostado todo a una sola baza: llegar a Europa y labrarse un futuro mejor para ellos, sus familias y sus aldeas; un nuevo libro les rescata del olvido y cuestiona la política de inmigración española.
“Eran todos hombres; la mayoría de veintipocos años. Los mejores, los más preparados, los que tienen las herramientas para triunfar, casi todos primogénitos con la responsabilidad de sacar adelante a toda la familia”, explica en una entrevista con EFE el periodista José Naranjo, autor de Los Invisibles de Kolda.
“Se hundieron en el mar y nunca más se supo; el mayor naufragio de la historia de la inmigración en España y nadie se enteró”, añade el escritor que, seis meses después del naufragio, vio una pequeña reseña en un periódico de Senegal y decidió contar la historia.
Acompañado por el periodista Magec Montesdeoca, Naranjo recorrió la región de donde provenían la mayoría de los desaparecidos -Kolda, al sur del país-, hasta dar con los familiares de los chicos y lograr “ponerles rostro y nombre”.
El libro, que reconstruye las ilusiones y planes de un puñado de jóvenes que murieron intentando llegar a Europa, aparece ilustrado con fotos de familiares que muestran desolados la cartilla de identidad de los que nunca más se supo.
“Estas muertes son doblemente dolorosas porque no sólo pierden un hijo, pierden dos brazos fuertes para trabajar. Cuando muere un hombre joven en África, donde no existen sistemas de protección social o seguros de vida, con él mueren las esperanzas de la familia de escapar de la miseria”, dice Naranjo.
La esperanza, llegar a Europa
No sólo eso. Para costearse el viaje, los jóvenes han recurrido a los ahorros de toda la familia y han vendido cinco o seis vacas con la esperanza de reponerlo en cuanto lleguen a Europa y empiecen a hacer dinero como lo están haciendo quienes llegaron antes que ellos.
Porque ese es el verdadero 'efecto llamada'; el hermano mayor o el vecino que regresa “vestido con buena ropa de marca y cargado de regalos” o la “insultante comparación entre quien tiene un pariente en Europa y quien no lo tiene”, subraya Naranjo.
Pero también advierte de las trampas que oculta esa imagen idílica de la emigración.
Así, el periodista viaja a Lleida a entrevistarse con familiares de algunos de los chicos ahogados, que le cuentan historias de explotación a manos de empresarios sin escrúpulos o de la enorme responsabilidad que supone ser el sustento de 30 personas en Senegal con el sueldo de un obrero no cualificado.
El libro también analiza cada uno de los pasos de la política española hacia la inmigración ilegal que llega por mar desde África.
Los acuerdos migratorios con los países de origen y tránsito, las repatriaciones a cambio de dinero, los millones de euros en ayudas y programas, los programas de contratos en origen, las condiciones inhumanas de los centros de internamiento tanto en Canarias como en Senegal.
“Es inhumano. Han habilitado una nave de tratamiento de pescado en Nuadibú y han tenido allí encerrada a gente durante más de cuatro meses en unas condiciones imposibles”, explica sobre el centro conocido como guantanamito, custodiado por policías españoles.
“Si estuviera en territorio español sería un escándalo, pero lo han hecho lejos de la opinión pública y como no lo vemos no pasa nada; es una vergüenza”, subraya.
Ayudas mal repartidas
Naranjo también se hace eco de las críticas de los propios senegaleses que explican que las ayudas para comprar tractores se quedan en la ciudad repartidas entre “los primos de alguien”, que el dinero se usa para costear las campañas políticas del presidente en vez de abrir carreteras, y que los contratos en origen son “una buena idea, mal desarrollada y un proceso amañado de principio a fin”.
Así, en 2008 se “recogieron 17.000 solicitudes para algo más de 600 puestos de trabajo, que fueron a parar a familiares de funcionarios, que por supuesto no saben nada de agricultura”, relata.
“Pero lo peor es la repatriación; es no sólo el fin de los sueños, sino la ruina y la gran humillación”, explica Naranjo, quien habla de jóvenes que no aguantan la presión de volver a la aldea como fracasados y acaban quitándose la vida.
O del joven Suleimán Balde, que realizó todo el viaje desde la aldea hasta el mar y pagó su lugar en el cayuco junto con los demás de Kolda, pero a quien en el último minuto le impidieron subir a bordo porque estaba ya demasiado lleno.
Durante meses vivió con la angustia de ser la ruina de su familia, que le reprochaba duramente que se hubiera dejado engañar, explica en la plaza de su aldea.
Y concluye con una sonrisa: “Cuando meses más tarde se supo que todos en aquel cayuco habían muerto, me di cuenta de que Alá me había dado una segunda oportunidad”.