La octava edición del Monopol Music Festival cierra tras seis días de conciertos y arte en Las Palmas de Gran Canaria
El Monopol Music Festival (MMF), en Las Palmas de Gran Canaria, cerró este domingo con la exhibición del documental Billie su octava edición. Víctor Ordóñez, director de festival, ha subrayado que esta “ha significado el verdadero inicio de la senda que nos devuelve a la recuperación de terrenos que la música y la cultura habían perdido estos dos últimos años”.
Según la organización, la mayoría de los espacios en donde se ha desarrollado ha colgado el cartel de “no hay entradas” y, a pesar de las dificultades por las restricciones de aforo que exigen los protocolos sanitarios para combatir el COVID-19, “el certamen se convirtió en una fiesta con la música por bandera”, se señala en un comunicado.
“Estamos muy orgullosos”, ha detallado el ejecutivo del festival, “de haber juntado en un solo evento cultural a artistas tan talentosos y aclamados como Israel Fernández, Vic Mirallas, Maria Arnal i Marcel Bagés o Alizzz, amén de los espectaculares conciertos que artistas locales como Hirahi Afonso, Highkili o Modo Rakune han dado”.
“Las cifras de asistencia nos hacen ser optimistas”, añade Ordóñez, “pero siempre contando con que las restricciones de la COVID aún hacen mucho daño a todo lo que rodea un concierto o evento musical: hubo entradas agotadas para Israel Fernandez, los eventos gratuitos (L.A., Nos Somos Nada: La Polla Records o la sesión post-Santa Ana de Woodhands y Highkili) y para los conciertos de Alizzz, Maria Arnal i Marcel Bagés, Highkili y Modo Rakune en Santa Ana, aunque el aforo de 750 personas para esta última hace muy difícil que puedan costearse todos los gastos de medios técnicos y recursos que requiere un espacio así”.
También admite que se ha alegrado por haber tenido otras casas del festival en los Talleres Palermo y en el Paraninfo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. “Palermo se convirtió en una mezcla perfecta de una sala de cine y el salón de tu casa, con las comodidades de un bar, y el Paraninfo se mostró una sede muy válida para acoger propuestas sonoras diferentes a su programación habitual”.
Un recorrido por el festival
El concierto de L.A. en Talleres Palermo marcó el punto de partida de un festival en el que participaron ocho proyectos musicales diferentes, que tocó diferentes palos -desde el pop hasta el trap pasando por el flamenco, el folk, el rock o la electrónica- y que se repartió por cinco espacios diferentes de Las Palmas de Gran Canaria.
Hirahi Afonso presentó su disco Memento al son de su timple y acompañado por una banda -Vic Mirallas, Kquimi Saigi, Darío Barroso y Marcelo Woloski-; el cantaor Israel Fernández y el guitarrista Diego El Morao pusieron patas arriba The Paper Club; Jorge Brito dio a conocer sus nuevos temas con Modo Rakune; Maria Arnal conquistó al público de Santa Ana con su energía sobre el escenario y los ritmos de Marcel Bagés; Alizzz, en su primer concierto, puso a bailar al público con ‘Ya no vales’ y ya nadie se volvió a sentar; y Highkili desató la fiesta final con sus historias urbanas de Las Palmas de Gran Canaria.
Por la pantalla de Talleres Palermo desfilaron, a través de diferentes géneros y protagonistas variopintos, siete historias diferentes: A Symphony of Noise. Matthew Herbert’s Revolution, Nueve Sevillas, Fanny: The Right to Rock, St. Vincent: Nowhere Inn, No somos nada - La Polla Records, Crock of Gold: Bebiendo con Shane MacGowan y Billie.
“Sobre el cine documental musical”, ha puntualizado Ordóñez, “sabemos que es una oferta de minorías, pero nuestra decisión de mantenernos en una selección de títulos poco mainstream, lejos de la oferta habitual presente en plataformas de streaming, hace que ese público tenga una oportunidad única de ver cintas que de otro modo no llegarían aquí, y nuestra intención es continuar esa senda”.
El MMF, por primera vez además, celebró un recital poético: Tropieza luz, donde Pablo Medel y Arturo Martí difuminaron los márgenes entre la experiencia subjetiva para radiografíar –a partir de la belleza y la locura– el absurdo existencial que habita el hombre posmoderno.
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