La poderosa Guardia Revolucionaria iraní sufre uno de los ataques más letales de su historia
MADRID, 18 (EUROPA PRESS)
La Guardia Revolucionaria iraní, cuerpo militar de élite y emblema ideológico de la República Islámica, ha sufrido este domingo uno de los ataques más espectaculares e inesperados desde su nacimiento, en 1979. Dos atentados suicidas en la región de Pishin, en la frontera con Pakistán, perpetrados por un grupo armado suní, han acabado con la vida de al menos 31 personas, entre ellas seis altos mandos de la Guardia, herido a más de una veintena, y han desencadenado un cruce de acusaciones y desmentidos a nivel internacional que amenaza con ensombrecer la reunión de este lunes en Viena sobre el programa nuclear de Teherán.
Los ataques de este lunes, perpetrados en la provincia de Sistán y Baluchistán, en la frontera con Pakistán son el resultado de la tensión registrada entre el Gobierno central chií y la minoría baluche, de confesión mayoritariamente suní, a la que el principal grupo armado de la zona y autoproclamado responsable de los atentados, Jundalá (Los Soldados de Dios) afirma representar. Según Teherán, esta guerrilla recibe financiación económica y armamento de Estados Unidos y Reino Unido a través de Pakistán, algo que tanto Washington como Londres han negado en repetidas ocasiones.
Para aliviar la tensión en la zona, los oficiales de la Guardia habían decidido asistir este domingo a la Conferencia de Solidaridad entre Suníes y Chiíes en la ciudad de Sarbaz. Nada más llegar el primer convoy, los comandantes de la Guardia decidieron mezclarse con los residentes antes de asistir a la reunión. “Se acercaron a algunas personas que estaban haciendo cestas, y entonces tuvo lugar el primer ataque”, declaró un testigo a la cadena iraní Press TV.
En ese momento, un individuo disfrazado de militar hizo detonar el cinturón de explosivos que llevaba, acabando con la vida del jefe adjunto de las fuerzas de Tierra, general Nur Alí Shustari, y del responsable de la Guardia para la provincia de Sistán y Baluchistán, general Rajab Alí Mohamadzadeh, así como con la de “varios civiles y líderes tribales” que esperaban a la puerta de la mezquita donde tenía previsto celebrarse la reunión.
De camino al lugar se encontraba un segundo convoy, también con oficiales de la Guardia a bordo, que también fue “atacado con una bomba”, según los medios oficiales, que se limitaron a informar de que el incidente “causó muertos y heridos”, sin dar más detalles.
La Guardias Revolucionaria (o Ejército de los Guardianes de la Revolución Islámica) conforman una rama semi independiente del Ejército con un marcado acento ideológico y, actualmente, gozan de una influencia social y política equiparable incluso a la del estamento clerical chií dirigido por el líder supremo, Alí Jamenei, según analistas.
Poco después del ataque, y en mitad de la condena unánime del Ejecutivo iraní, el grupo Jundalá asumía la responsabilidad del atentado. Las milicias encabezadas por Abdolmalek Rigi son responsables, entre otros ataques, del atentado suicida que el pasado mes de mayo se cobraba la vida de 25 personas en la capital provincial, Zahedan, y tienen reivindican mejores condiciones de vida para los baluches iraníes que viven en la frontera.
El Ejecutivo iraní expresó rápidamente sus condolencias por el atentado, asegurando que perseguirá a los responsables y administrará justicia. La cuestión de “los criminales que han perpetrado (...) crímenes contra la humanidad (...) será tratada seriamente”, afirmó el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, según declaraciones recogidas por la agencia oficial IRNA. Pero al mismo tiempo, el Ejército no ha dudado en asociar el atentado con “las maniobras de elementos extranjeros” relacionados con Londres y Washington.
CRUCE DE DECLARACIONES
El doble atentado de este lunes ha causado una conmoción en el Gobierno iraní, ya de por sí bastante agitado después de las violentas protestas post electorales tras los comicios del pasado 12 de junio y ante la inminente reunión este lunes en Viena con el grupo de negociación 5+1 sobre su polémico programa nuclear.
Para terminar de complicar las cosas, el líder opositor iraní, Mirhosein Musavi, manifestó de nuevo este domingo su compromiso con la reforma del régimen de la República Islámica e insistió en la legitimidad de estas aspiraciones. “Nuestra gente no son alborotadores. La reforma seguirá adelante mientras las demandas del pueblo no sean satisfechas”, afirmó Musavi en declaraciones a través de su página web, Kaleme.
Ignorando una vez más este tipo de comentarios y centrándose en torno al doble atentado de este domingo, Teherán ha reaccionado al incidente vinculando a Jundalá con Estados Unidos y Reino Unido, países participantes en la reunión de este lunes, pero de momento no ha cancelado su asistencia al encuentro.
“Fuentes informadas afirman que el Gobierno británico está directamente implicado en el ataque terrorista (...) mediante la organización, apoyo logístico y contratación de terroristas profesionales”, explicó la televisión iraní, después de que la Guardia acusara del atentado a “elementos extranjeros vinculados con la gran arrogancia”, denominación habitual de EEUU empleada por las autoridades iraníes, para “redirigir” parte de los problemas de las fuerzas occidentales desplegadas en Afganistán a través de la frontera con Irán.
Tanto Washington como Londres han desmentido completamente estas acusaciones sobre la implicación en el atentado. “Condenamos este acto de terrorismo y lamentamos la pérdida de vidas inocentes. Las informaciones de la presunta implicación de Estados Unidos son absolutamente falsas”, declaró el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Ian Kelly.
Por su parte, “el Gobierno británico condena el ataque terrorista de la provincia de Sistán y Baluchistán, en Irán, y la triste pérdida de vidas que causó”, afirmó un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores británico. “El terrorismo es aborrecible en cualquier lugar en el que se produzca. Trasladamos nuestra simpatía a los fallecidos en el ataque y a sus familiares”, dijo.
EL CONFLICTO INTERNO
Más de la mitad de los 70 millones de habitantes de Irán son chiíes persas. El resto conforma un conglomerado de minorías étnicas como los baluches o los juzestaníes de la frontera con Irak, ambos suníes. Muchos de estos grupos se sienten discriminados en sectores como la educación o el empleo.
“En la provincia de Sistán y Baluchistán, todo el conflicto es de naturaleza étnica y sectaria”, explicó el director del Centro Asiático para Estudios Regionales y Estratégicos, Mustafá El Labbad, quien declaró que existe un doble conflicto en la provincia fronteriza.
“Por un lado está el enfrentamiento entre baluches y persas, por otro el de suníes contra chiíes”, aseguró El Labbad desde El Cairo, recordando que “la frontera con Pakistán no está totalmente asegurada”. “Las armas circulan libremente, así que allí nos encontramos con una mezcla explosiva”, concluyó en declaraciones al diario estadounidense 'The New York Times'.