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De esta agua no beberé…

Juan Marín, Susana Díaz, Juanma Moreno y Teresa Rodríguez, en un debate.

José A. Alemán

Siento curiosidad por ver cómo se reparten PP y Ciudadanos el botín andaluz, que diría Alejandro Nieto, sin que se note que para hacerse con toda o la mejor parte son capaces de matar un burro a pellizcones. También me gustaría saber hasta qué punto contribuyeron al descalabro socialista quienes dieron en denostar el ‘régimen de 1978’ en plan progre; se les acusa de beneficiar con su matraquilla a los herederos del franquismo y, en general, a la ultra derecha que ya se ve con posibilidades de gobernar y que cuenta, a lo que parece, con el asesoramiento y posible coordinación de Steve Bannon, que fuera jefe de la campaña de Donald Trump. El hombre, al parecer, tiene ya casi montada una especie de Internacional trumpista para acabar con las instituciones, los tratados, los acuerdos comerciales, el multilaterismo en general considerado contrario al American first. Lo de Andalucía sería un éxito suyo.

Antes de seguir conviene dejar claro que ante el desalojo de los socialistas en Andalucía, después de casi cuarenta años de una gestión política y administrativa poco satisfactoria, además de tocada por la corrupción, Susana Díaz, al envolverse diría que patéticamente en la bandera andaluza, dio imagen de impotencia, lo que agigantó, por así decir, la estatura de sus rivales. Que el grueso del debate no fuera alrededor de los problemas andaluces para perderse en conflictos nacionales, especialmente el catalán, también debió influir lo suyo como causa no sé si principal de la elevada abstención. Si lo bueno cansa, es lógico que canse antes lo que no es tan bueno y que a los andaluces, que no han palpado la mejora real de sus vidas les irrite ver al susanismo envuelto en la bandera andaluza. Tenía el PSOE merecida su derrota por preocupante que pueda ser lo que viene ahora.

En ese marco habría que hablar de los que han conformado el autodenominado bloque constitucionalista muy dentro de la tendencia de la derecha española a satanizar con ánimo excluyente a todo bicho viviente que no diga amén. Ahora, al ver a Moreno y a Marín requiriendo el apoyo de Vox para poner a Susana Díaz en la puerta de la calle y la entusiasta disposición de Abascal a prestarlo, no sé qué pensar. Porque si PP y Ciudadanos se declaran, fíjense ustedes, constitucionalistas, europeístas y lo que haga falta, los de Vox alardean de una xenofobia centrada en los musulmanes, a los que acusan de querer invadir España muy en las tesis de Aznar. Olvidan, claro, que los árabes estuvieron ocho siglos en la Península donde dejaron huellas muy profundas y un patrimonio cultural que va mucho más allá de los formidables monumentos que denotan una refinada civilización que ha contribuido lo suyo a que España sea hoy una potencia turística mundial de primer orden. No es preciso insistir por ese lado, pues cualquier ciudadano con conocimientos primarios sabe lo que hay. Lo que me permite poner como ilustre ejemplo de esta pervivencia histórica el lustroso negro del pelo aznariano en los mejores momentos del ex presidente; bigote incluido, claro.

Volviendo a Vox, al que cortejan, ya saben, dos miembros fundadores del bloque constitucionalista, subrayo alguna de sus propuestas; como levantar en Ceuta y Melilla muros que no dejen pasar ni a las gaviotas para evitar una nueva invasión árabe que nos sustituya; o derogar la ley de Memoria Histórica para borrar crímenes de sus antecesores en el tiempo; la de acabar con el matrimonio homosexual en el mismo paquete en que se proponen abolir la de violencia machista a ver si te enteras, tía, de quien manda aquí. El listado de derechos civiles y sociales a eliminar es extenso y nos llega trufado de grandes alabanzas a las fuerzas de seguridad del Estado y al Ejército a ver si se animan a “salvar” de nuevo a la Patria; lo que implica, además, alejar a España de Europa, arrimar la Constitución con la eliminación de las autonomías y rebajar o quitar determinados impuestos porque, ahora me desayuno, ser rico en España es hoy un sinvivir y deben crearse estímulos para que lo sigan siendo. Por supuesto, desaparecerían los controles del suelo dejando margen de actuación a los especuladores que son, ya saben, muy imaginativos.

Hay quienes consideran alarmistas sin fundamento a quienes nos tememos lo peor y aseguran, como aseguraron en otras ocasiones, que ya se ocuparían de corregir los excesos. Como es inútil entrar en discusiones me limitaré a completar esta columna con la sabia recomendación recordada en el título de esta columna: “Nunca digas de esta agua no beberé ni este cura no es mi padre” dirigida a los constitucionalistas que a la hora del reparto se tragan lo que sea.

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