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El país de las cosas raras

Bandera española. (DP).

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

El pasado viernes, día 15 de junio, se celebró, en el Centro de Mayores de San Fernando de Maspalomas, el I Foro de Periodismo organizado por Canarias Ahora. Asistieron varios periodistas vinculados a medios peninsulares y entre las cuestiones debatidas figuró la forma en que los medios digitales se le han echado por delante a los de papel que, al decir, han perdido credibilidad por diversas razones que en principio, aconsejarían a los digitales abogar por una regulación que proteja los intereses de lectores y usuarios de las redes sociales que difunden noticias y rumores falsos.

Entre los debates obligados abordó el Foro la incidencia en la profesión de las llamadas “nuevas tecnologías”; que ya no lo son tanto, por más que sigan aportando aplicaciones y abriendo espacios a explorar. Estamos al principio de una nueva era de la que sólo sabemos que será diferente a lo habido hasta ahora. Aunque seguramente seguirá tal cual la siempre tensa relación de los medios independientes con la subordinación servil de los que no lo son a la alianza del poder y el dinero. Esta alianza tiende a coger al burro por las orejas, antigua expresión isleña del dominio que una persona puede ejercer sobre otra, en este caso el periodista. Fueron muchas horas de debate y de intercambio de ideas con el salón de actos del Centro de Mayores lleno.

Y empiezo con las cosas raras.

Descubra un secreto

Entre los participantes en el Foro venidos de la Península figuraban Ignacio Escolar, director eldiario.es y Raquel Ejerique, su jefa de Política Social, que sacó a la luz el feo asunto del master de Cristina Cifuentes. Los dos periodistas, según se supo el jueves pasado, han sido imputados en el Juzgado de Instrucción número 29, de Madrid, por “descubrimiento de secretos”. Aunque dicen que el juez los citó para entregarles el escrito presentado por Cifuentes contra ellos. Como también aseguran que la Fiscalía no aprecia delito en la actuación de los periodistas y que los llama para conocer el origen de la información que forzó la dimisión de la ex presidenta madrileña.

Confieso que he perdido de vista mis remotas nociones de Penal y Procesal que, valgan verdades, sólo vislumbré de lejos. Así y todo, me llama la atención que señalar la posible comisión de un delito sea eso, “descubrir” un secreto. No tengo a mano estadística alguna que lo confirme, pero me da que la inmensa mayoría de los delitos son secretos y hay que “descubrirlos”. Incluso hay obligación de denunciarlo/descubrirlo, creo.

Por otro lado sin salir de este en el que estamos, se dice que la Fiscalía no aprecia delito en la actuación de Escolar y Ejerique, de lo que me alegraría si no fuera por cuanto me extraña la declarada intención del ministerio público de conocer el origen de la secretísima información. En este punto he recordado, qué quieren, los primeros tiempos de la Transición, cuando comenzamos los periodistas a largar dentro de un orden y nos llovían querellas con las que pretendían impresionarnos para que reveláramos, en evitación de mayores contratiempos, quién nos había ido con el cuento. Si en aquel entonces revelar la fuente equivalía a faltar a la palabra dada y te estabas callado para no arruinar la fuente, hoy calla el periodista con más razón y seguridad pues además de poder optar por el silencio, el “descubrimiento” no es delictivo al primar la libertad de información. Sí lo es, o sea, hay “descubrimiento de secretos” si quien facilitó la información, dio pistas de dónde buscar, etcétera, es un funcionario, un empleado de la institución, etcétera. De lo que debo deducir y deduzco que citan a los periodistas no tanto para enterarse por ellos de quien se fue de la lengua con los falsos masters sino para meterle el miedo en el cuerpo al personal de la institución y no “descubran” nada no vaya a ser que lo dejen tirado. Al fin y al cabo, cobrará lo mismo a final de mes.

Y como el diablo las carga, héte aquí que el jueves en que se informaba de la cita judicial a Escolar y Ejerique, cinco testigos afirmaron que les aprobaron el máster de Derecho Autonómico de la Universidad Rey Juan Carlos sin ellos saberlo. Pedro Calvo, ex teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, se mostró indignado porque aparece su nombre en una lista de convalidaciones de asignaturas, algunas con sobresaliente, aunque nunca fuera a clase, ni se examinara de nada, ni hiciera trabajo alguno. Además de Calvo, hay otros cuatro en la misma situación. No me negarán que resulta raro todo.

La prisión de Urdangarín

Su condición de yerno del rey que fue y cuñado del que lo es ahora hizo del encarcelamiento de Iñaki Urdangarin nueva prueba de la tan manoseada igualdad de los españoles ante la Ley. Como si fuera una rareza entre los países de nuestro entorno y necesitaran desmentir a quienes aseguran haber visto burros volando por el cielo de los Juzgados. Sin embargo, nada se dice de la profunda españolidad del caso al combinarse el convencimiento del Urdangarin de que todo el monte es orégano tras su ingreso en la orden de los intocables, toda una casta que durante siglos ha tenido al burro hispano cogido por las orejas. Igual creyó Urdangarin que en adelante le pondrían las cosas como las bolas de billar a Fernando VII. Algo que le confirmaría Jaume Matas, ex presidente balear y ex ministro de Medio Ambiente, que cedió a las pretensiones de Urdangarin porque era, explicó casi diría que sorprendido por la imputación, yerno del entonces rey. Con semejante razonamiento tampoco sorprende que en su simplonería proclamara Rajoy tal admiración por Matas que anunció su propósito de darle a España un estilo de gobierno pepero a imagen y semejanza del balear. Cosa que consiguió y de ahí que ahora, cuando el PP necesita impedir que a Pedro Sánchez le salga bien algo que beneficie al país y a los electores, se dispongan los peperos a reeditar sus infames campañas contra Zapatero; que lo fueron, al margen de las valoraciones que pueda hacerse de su gestión.

La mentira rondando la calumnia y la exageración fue la tónica de su estrategia de acoso y derribo a Zapatero. Y no hace falta fijarse demasiado para advertir entre los primeros esfuerzos del PP en la oposición el de hacerse con el control de la RTVE para llenarle la cabeza de bichos a la ciudadanía. En el momento de escribir no se sabe aún quien será el sustituto de Rajoy al frente del partido, pero sí hemos escuchado a algunos de los aspirantes: no se bajarán del burro lo que, por otro lado, es comprensible pues no saben hacer oposición de otro modo. Aunque esta vez Albert Rivera ha asomado ya su plumaje que tiende a confirmar la sospecha de que en realidad los tales Ciudadanos fueron lanzados al ruedo para relevar a Rajoy y al PP creando la ilusión de centro joven, que luego se reveló derecha cada vez menos moderada hasta que se lanzó histéricamente a combatir los viejos nacionalismos con el contrario, o sea, el españolismo que ha encontrado en Marta Sánchez su musa. No hay manera, pues, de que se entre, de una maldita vez, más allá del mundo académico, en el debate de lo que sea realmente este país. Desde el Imperio familiar de los Austria, que hicieron sus herederos a los Borbón, hasta el proceso de formación del Estado liberal burgués a lo largo del terrible siglo XIX. Una larga historia que de poco ha aprovechado al cuasi joséantoniano Rivera que ha elegido, para confrontarse con los nacionalistas, la dureza interesada del centralismo y el patriotismo más ignorante que se encontró a mano. Está empeñado el hombre en recentralizar el Estado de las Autonomías porque eso es lo que interesa a los grandes capitales que siguen en el XIX porque a la clase política española no le llega el resuello para alcanzar el XXI.

Estoy seguro de que habrá gente extrañada de que Urdangarin haya ingresado en candonga y que estará a la espera de que los suelten en un descuido. Lo digo porque igual le aplican los beneficios penitenciarios y no faltará quien los consideren deferencias abusivas para un miembro de la familia real en plan de ser vos quien sois sin relación con el hecho proclamado de que todos somos iguales ante la ley. No sería raro.

El pleito y los estupendos

No hace falta decirles a qué pleito me refiero y no quiero señalar con el dedo a los estupendos que un año más han salido en los papeles a echar pestes del pleito insular y repetir la cantinela (cierta, pero cantinela) del tremendo daño a las islas de semejante “antigualla”, por emplear el calificativo de Fernando de León y Castillo que mantuvo la disputa en el dique de hielo al menos tres décadas del siglo XIX hasta su relanzamiento a principios del XX a iniciativa del grancanario Carlos Navarro Ruiz.

Me pareció muy bien lo que dijeron, un año más, algunos aspirantes a notables que condenaron el dichoso pleito. Tienen razón pero, la verdad, está muy bien eso de alegar hasta decir basta aunque sea, siempre, sin aportar una vía, una indicación, para acabar con el asunto. Se condena y se vuelve con la misma a las andadas y no quiero entrar de nuevo a señalar con el dedo a Clavijo y su espíritu ático ni la forma en que ha ido creando en Gran Canaria una especie de quinta columna para la que fichó a José Miguel Bravo de Laguna y a algún sector de la Prensa grancanaria de cuyas motivaciones para ponerle las proa a Antonio Morales y su Cabildo habrá que hablar algún día. Pero a lo que iba, que ya habrá tiempo de hablar de todo.

Si quieren ir haciendo boca podrían preguntarse cómo es posible que, tras echar pestes del pleito en plan estupendos, como digo, se acepten los constantes llamamientos de Casimiro Curbelo al insularismo radical, ahora en las islas no capitalinas. Tan radical que se pasa al punto de acusar a grancanarios y tinerfeños de a pie, justo los que están en las peores condiciones, de ejercer un feroz centralismo, acusación que, faltaría más, no extiende a los intereses políticos y sobre todo económicos y empresariales que son los que mandan y de los que él anda cerca pues no en vano es diputado. Muchos sabemos en estas islas la parte de razón que, sin duda, tiene Curbelo al defender a las islas no capitalinas, pero no es de recibo que lejos de ofrecer políticas activas justas, desprecie a miles de ciudadanos de las dos islas mayores a los que niega hasta el derecho de estar representado en el Parlamento. Lo que no es raro en él.

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