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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

Trileros de la macroeconomía y la estadística

Mesa de trilero

Jorge Batista Prats

Los números no tienen rostro. Los números no miran. Carecen de escrúpulos. Ni sienten ni padecen. Se mueven porque los mueven. Desconocen el llanto y la lágrima. Permanecen impasibles ataviados de tantos por ciento (%). Pero el número es una lápida que esconde hambre, horror y muerte. Junto al verbo envenenado, el eufemismo, la corrección política y la hipocresía, los dígitos se asocian en peculiares gang members: la estadística, la encuesta, el sondeo, para dibujar paisajes que no existen pero deben existir para que las estrategias diseñadas por el capital sin alma encuentren adecuados paisajes poblados de rebaños en continua trashumancia. Esos rebaños construyen la riqueza. Pero no la disfrutan. Simplemente la ven de lejos fabricando sueños e ilusiones que jamás habrán de cumplirse.

De alejamientos y pasteleos

En esta sociedad nuestra se han producido dos alejamientos o disidencias patentes y evidentes: los políticos han bogado en megayates en dirección contraria a la sociedad civil y los ricos han escapado de los pobres como apestados, cosa habitual en los países subdesarrollados o en vía muerta de desarrollo, pero que no debiera ser normal en una democracia. Ese modus actuandi no llega con la crisis económica sino que nace ya desde la transición de una dictadura a un sistema homologable a Europa, sacando de la chistera una monarquía acomodaticia que no tiene inconveniente alguno en jurar por dos veces “los principios que impulsan el espíritu del Movimiento Nacional y la impronta del alzamiento armado del 18 de julio de 1936”. Llegados aquí, es preciso insistir en que, desde el punto de vista de la Ciencia Política, España es una monarquía parlamentaria pero no un sistema democrático sino un régimen de partidos caracterizado, al menos hasta ahora, por la corrupción a lo bestia. Me harto de leerme a mi mismo, pero no queda otra que insistir en que si no hay independencia de poderes, libertad política colectiva y el mandato imperativo es un producto de generación mafiosa donde la libre conciencia y el pensamiento visten esposas en las muñecas, no se puede hablar en absoluto de democracia. La disciplina de voto no es más que un instrumento represor que premia o castiga, de modo que algunos llegan a barones de tanto sacar la lengua para lamer y construyen su reino de taifas donde engordar las alforjas hasta que el infarto, el ictus, la demencia o una bala de rifle terminan con el tema por la vía rápida. Es decir, como si la muerte viajara en AVE aunque la línea fuera deficitaria.

Pasteleo y propaganda

Dado el alejamiento de la que ya puede considerarse nueva clase social en base a su renta – los políticos – de los ciudadanos, no existe otro medio para la toma de decisiones y la comunicación social que la que podríamos denominar dinámica apagafuegos. Esa estrategia no es más que la prolongación hasta nuestros días de aquella gran frase del nazi Goebbels: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, conjugada claro en el tiempo, revisitada adecuadamente y aderezada de las más sofisticadas maneras ad hoc.

La proliferación de los denominados gabinetes de prensa, el control de la información, la falta de transparencia en la gestión y el oscurantismo acerca de los rumbos del dinero público han generado un cuerpo comunicativo oportunista, parcial, eufemístico y engañoso que desdibuja la realidad para sujetarla distorsionada a los dictámenes e intereses del poder político y la oligarquía consorte. La manipulación del lenguaje aboca al control de las conciencias, a la ignorancia y al pensamiento único. De ese modo, abandonado cualquier escrúpulo y vergüenza, los datos económicos, de bienestar social y sobre la marcha de la nación, se ofrecen ya tan rumiados que, acompañados por un importante apoyo mediático – comprado como si se tratara de un brazo armado -, hacen que las masas indolentes comulgan con las más enormes y disparatadas ruedas de molino.

Lejos del análisis riguroso, estadísticas parciales y narradas a media verdad se usan para inyectar optimismo. Los datos sobre el desempleo y el crecimiento del PIB son barajados como cartas de póker en manos de tahures del Mississippi, esgrimiéndolos alienados de una visión amplia y con perspectiva, capaz de darnos con exactitud la longitud y latitud en la que nos encontramos y el rumbo que en el compás tiene marcado el timonel. La reducción de las acepciones de los vocablos a lo que conviene, la estrechez de miras y el impulso irracional de subir al campanario a doblar las campanas, no tienen otra intención que llamar al conformismo y la indolencia de aquellos que sufren. Ya Dios los premiará en el Cielo. Es ese sufrimiento aceptado, esa esclavitud mental y física – Antonio Gramsci: “La dictadura sólo es posible con el consentimiento de los oprimidos” – lo que sin pudor alguno denominan paz social, una pax sui generis que tiene de inmediato su consecuente imagen: unos comen y los otros ven como aquellos lo hacen, entendido lo del comer en el más amplio sentido social del término. “El sufrir merece respeto, el someterse es despreciable” (Victor Hugo). No hay enfrentamiento de ningún tipo, sin embargo, porque la palabra que menos tiene que ver con la democracia: el consenso, se ha constituido en una especie de sinónimo del buen gobierno cuando es todo lo contrario. Estos días atrás hemos visto la obscena representación que se ha desarrollado en Canarias entre CC y PP, que antes lo fue entre CC y PSOE. Porque, al cabo y en realidad, el consenso no es el apoyo parlamentario a una iniciativa legislativa, sino un trueque, un cambalache, un tejemaneje, un reparto de pasteles, sillas, sillones y nóminas, en base a equilibrios partidistas y no a intereses de la sociedad civil. Apóyame los Presupuestos que yo te doy una limosna para tu Comunidad y te apuntas un importante tanto de cara a las próximas Elecciones. Ahí tenemos al presidente Clavijo, incapaz de cesar a la diputada conocida como Mariate hasta el otro día, después del desastre del Festival de Música de Canarias, porque está atado por el conejismo coalicionero o la manifiesta inoperancia de toda la Cámara para poner orden en una radiotelevisión autonómica que le cuesta un dineral a los ciudadanos, que ni vertebra a Canarias ni leches y que tiene índices de audiencia escandalosos a la baja, pese a contar con algunos profesionales valiosos y con experiencia. Como lo que está escrito no hace falta escribirlo de nuevo, no está mal echar un vistazo para aplicar la obligada tasa de descuento a los últimos datos de la EPA sobre el desempleo y advertir que es muy pronto para entonar aleluyas construidos con papel de fumar. Ya veremos qué ocurre cuando llegue el otoño.

El gran triunfo de Hannibal Lecter

No sé si aquí llegarán esos banquetes, ya que el personal es instado constantemente a observar la dieta mediterránea y el poder político y económico, la mayoría de las veces disparando con la pólvora del rey que no sé si fue paloma por querer ser gavilán, opta por dejarse robar por genios subvencionados que insisten en que hacen arte del comer, logrando intensos orgasmos de las papilas gustativas con una aceituna, un erizo de mar y un bote de hidrógeno líquido al aroma de la trufa blanca encontrada por un caniche con carrera y dos master. Es una cocina frugal si miramos al plato, pero brutalmente sobredimensionada al sacar la tarjeta. Para pagar en efectivo es necesario acudir a la mesa, tras haberla reservado dos años antes, con mochila o, al menos, mariconera de generosas dimensiones. Y eso es de mal gusto. Pero la cosa va de psicotrópicos y colocones. Los españoles ya gastan en drogas – las familias – más que en alcohol y zapatos, las Fuerzas de Seguridad sólo interceptan un 10% del material que entra y, para más inri, ya se montan botellones alucinógenos hasta en Arguineguín. Somos el paraíso de los servicios. Pero de todo tipo. Un chollo all inclusive para la peor ralea del continente que se va quedando sin contenido.

Dicen que la brutalidad de los cárteles ha llegado a tal extremo que los masones y judeoconspiradores se han convertido en meapilas de bautismos de secano, puesto que la desertización nos acecha junto a toda clase de bichos que viajan de aquí para allá aprovechando las líneas low cost y los descuentos conseguidos por Quevedo. Esos tunantes microscópicos, aprovechando el calentamiento de la mar, se han empadronado en Canarias, a pesar de que los salarios son una basura y hasta una tomadura de pelo. Al grano, o al filete, que al parecer las ceremonias de iniciación para meterse en una banda de asesinos tienen ya más dificultades que el acceso a la Universidad. El narcocanibalismo ya está aquí y pica cantidad porque es de Tabasco. Tremendo. No obstante, como cada moneda tiene dos caras, a no ser que la observemos de canto, hay quien en USA defiende soluciones radicales para los yonquis. Que la palmen y punto.

Epílogo

“Soy católico y no puedo cometer suicidio, pero tengo la intención de beberme a mí mismo hasta morir” (Jack Kerouac). No queda otro remedio que caminar por el lado salvaje, aunque también cabe la opción de dedicar la vida a escuchar a estúpidos.

Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

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