Donación anónima de libros en las calles de la capital
En pleno mes de agosto, lejos de la fecha de aniversario del fallecimiento de los dos genios de la literatura Cervantes y Shakespeare, encontrarse en un banco de cualquier calle o plaza del casco urbano de Santa Cruz de La Palma con 'Escritos sobre la cuestión femenina' de Trotski, 'La guerra del fin del mundo' de Vargas Llosa o 'Manhattan Transfer' de Jhon Dos Passos, es una pequeña sorpresa. El viandante piensa que alguien se ha dejado olvidada la obra, pero no se imagina que, en realidad, aquel libro ha sido puesto allí deliberadamente para que, si le apetece, se lo lleve a su casa y lo lea. La autora de esta 'suelta' de ejemplares anónima es una profesora jubilada, que no quiere dar a conocer su identidad, en cuyo domicilio es imposible colocar ya ni un título más. “En mi casa no caben materialmente más libros, por lo que me parece interesante que otras personas puedan disfrutar de ellos”, ha explicado a LA PALMA AHORA.
(Un transeúnte recogió algunos libros que encontró en La Pérgola)
Esta docente confiesa que “los libros siempre me han enamorado; me ha gustado leerlos y tenerlos como objetos en casa, como algo próximo, abrirlos?”, dice. “En la primera parte de mi vida, que me cambié varias veces de residencia, cuando sacaba mis libros, que no eran muchos entonces, y mis plantas, ya me sentía en mi hogar, aunque fuese alquilado”, recuerda.
No ha hecho cálculos, pero estima que se habrá desprendido ya de más de 300 títulos. Donó 200 volúmenes a una asociación cultural, y el resto lo ha ido depositando, sigilosamente, en bancos y plazas de la ciudad. Incluso colocó una bolsa con varios ejemplares a la vista junto a un contenedor de cartón, de donde desaparecieron al poco rato. “Creo que todos son títulos interesantes que puede leer cualquier persona; en primer lugar, he decidido desprenderme de las obras de ediciones rústicas”, afirma.
Esta mujer ha sido una auténtica devoradora de libros. “La lectura me gusta mucho, y aunque ahora toda la familia tiene libro electrónico, a mí me siguen gustando los impresos, pasar las páginas: el lector solo lo suelo utilizar cuando viajo”, asegura. En esta etapa de su vida se ha entregado a la poesía. “Todos los días leo y releo, y de las obras poéticas no quiero desprenderme todavía”, comenta.
(Los libros llamaron la atención de algunos viandantes de la calle Trasera)
Desde hace varias jornadas, sale de su domicilio con una bolsa llena de ejemplares que va distribuyendo por diferentes rincones de la ciudad, de donde son retirados casi de inmediato por los transeúntes. Hay que contar como anécdota que una obra, en concreto, 'Mujer canaria y entorno social' de Isabel Suárez Manrique de Lara, acabó en la pala de la basura de una operaria de la limpieza junto a un montón de colillas. El resto, ha corrido mejor suerte.
Compartir los libros con otros, dejarlos que circulen libremente de mano en mano, es una iniciativa loable que contribuye al noble fin de lograr que los individuos tengan capacidad de juzgar y opinar por sí mismos. Invitar a los ciudadanos a emprender el viaje solitario y apasionante de la lectura en pleno periodo estival, es, sin duda, una propuesta singular.