Una nueva mirada para vivir en el siglo XXI nace en La Palma con el III Festival Nombrarse Volcán

Una nueva mirada para vivir en el siglo XXI nace en La Palma con el III Festival Nombrarse Volcán.

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Patricia Figuero, directora del III Festival Nombrarse pidió expresamente a Carlos Tuñón, Daniel Jumillas, de la compañía ‘Los números imaginariod ‘Los números imaginarios’ una experiencia de creación colectiva inspirada en La Isla Bonita para que las palmeras y palmeros vivieran en primera persona la experiencia de la poesía viva y el cambio que ésta provoca en los corazones y mentes de quien la escucha; mucho más si también la viven con sus sentidos. La compañía nacional ‘Los números imaginarios’ con muchas obras en su trayectoria profesional ha creado con anterioridad dos piezas más con auriculares; en Madrid ‘Quijotes y Sanchos’ y, la otra, ‘Auto sacramental de la vida es sueño’.

En La Palma la creación escénica itinerante ‘Ensayo de un (no) encuentro en un (no) lugar’ unió a cerca de 60 personas inscritas previamente que se subieron a una guagua el sábado 8 de junio a las 21.00 horas. El final de destino no había sido revelado, tampoco lo que iba a suceder en ese trayecto, ni las paradas, ni siquiera lo que sucedería una vez que el grupo estuviera dentro del vehículo -ése era el trato, ésa era la propuesta para el juego poético que iba a suceder-.

“Hola. Si me estás escuchando, levanta la mano.

Ponte en cualquier punto del espacio y observa el horizonte. El punto más lejano al que puedas mirar.

Y si no puedes ver, orienta tu cuerpo hacia el espacio que intuyas más despejado, más abierto frente a ti.

Aquí estás. Esto es un ensayo. Una prueba.

Un encuentro inesperado entre gente que no pensaba pasar tiempo junta. Un no encuentro. Que se convierte en encuentro por la promesa de un viaje. Y aquí estamos.

En este espacio. Que es un cruce de caminos. El centro de una plaza. Y gente en sus casas alrededor. Intérpretes de esta pieza sin que sean conscientes. Figurantes viviendo su vida.

La ciudad como escena. La isla como teatro.

En este sitio no podemos permanecer No podemos dormir.

Un no lugar.

Que ahora mismo es la escena que se despliega alrededor.

¿Dónde está el centro?

El de la plaza, el de la ciudad, el de la isla.

¿Lo estamos ocupando?

¿Cómo podemos mirar de otra manera?

¿Estamos ciegos de tanto que vemos?

Escucha la ciudad.

Cierra los ojos.

Todos los sonidos de ahí afuera son vida y gente viviendo. No es solo ruido de fondo.

Dejamos de hablar para que se escuche la ciudad. Se encienden las farolas o ya están encendidas.

Abre los ojos.

Como un telón que se levanta.

Y de pronto la ciudad se enciende.

La obra comienza.

Algo nuevo por venir.

Ahí fuera nos puede pasar algo diferente. Primero vamos a entrenar la mirada.

Deja la cabeza quieta, hacia el frente. Ahora mueve los ojos hacia arriba.

Con la cabeza quieta, mira hacia arriba. Ahora con la cabeza quieta, mira a tus lados. Mira por el rabillo del ojo.

Hacia los lados.

Derecha e izquierda. Derecha e izquierda. Derecha e izquierda. Deja la cabeza quieta y mueve los ojos hacia abajo.

Y ahora con la cabeza quieta mueve los ojos hacia todos los lados, libremente. Estamos calentando el ojo.

Calentando el ojo.

Estirando el globo ocular para sacarlo a escena.

Un viaje sin previsión.

Sin pre-visión.

Sin imagen previa.

Sin la posibilidad de imaginarlo antes.

Pero con la confianza de que hay alguien a los mandos. Esta gente no va a llevarnos a ningún sitio desagradable. Ni violento.

No habrá nada que me perturbe.

Doy mi consentimiento para que me pase algo que no puedo calcular previamente.

¿Acaso no es esto lo que nos debería pasar siempre con el arte?

¿Con cualquier tipo de arte? Que sea un salto de fé.

Que nos pase algo diferente, no sabemos si bueno o malo. Que algo nos perturbe.

Que algo nos inquiete.

Ahora vamos a subirnos al autobús. Buen viaje.

¿Cómo volver a mirar con asombro algo que doy por hecho que está ahí? Como una puesta de Sol.

O este autobús que me lleva. El carrusel de una feria.

Una ciudad que funciona sobre suelo volcánico. Esta falsa sensación de seguridad y de control. De que al final del día todo va a seguir igual.

Que esta pieza no va a cambiar nada radical.

Que lo único que espero es que no sea espantosa. Que no me decepcione mucho.

¿Qué hace falta para generar un cambio? Un cambio que perciba importante en mí. Despertar del entumecimiento.

Del cinismo de esta época. Del “ya me lo sé todo”.

Estamos abandonando la ciudad.

Kae Tempest dice: “El entumecimiento es una respuesta lógica al embate de esta época”. Con el fin de ser capaz de sobrevivir con alguna apariencia de cordura, para poder funcionar o incluso florecer, se requiere entumecimiento.

“La vida continúa”. “Es lo que es”.

“Tienes que seguir moviéndote”. “Tengo que hacerlo”.

“Conseguir las cosas”.

“Hacer, siempre haciendo las cosas”.

En un estado permanente de malestar leve o severo. ¿Cómo mirar de otra manera?

El otro día descubrieron el fósil de un fémur sanado. Antes del invento de la rueda.

Del fuego.

Antes de saber nombrarnos como especie. Alguien cuidó de otro alguien.

Barbara Ehrenreich dice: “Nuestros antepasados fueron aquellos que de alguna manera sobrevivieron a la pesadilla de la depredación”.

En lugar de esta idea tan extendida del hombre cazador. Del hombre depredador que comenzó a dominar el mundo natural. Antes de que fuéramos cazadores, se nos cazaba. Aprendimos a unirnos, pero no para matar, sino para mantenernos con vida, para escapar de la depredación.

Somos seres empáticos.

Nuestro gran éxito como especie se basa en nuestra capacidad de ser conscientes de las necesidades de les otres.

De darnos cuenta del dolor de les demás. Y experimentar una profunda empatía fisiológica.

Hemos llegado a la primera parada.

Todos los objetos resuenan en una frecuencia. Y esto también te incluye a ti.

Y ahora te pedimos que regreses al autobús. Vamos a continuar el viaje.

Te vamos a entregar un antifaz para que cubras tus ojos. Como un telón negro.

Justo con el ocaso del Sol. Una ceguera compartida.

Marta Azparren, artista visual, en su libro ‘Cine ciego’, dice: “Hay que partir del vacío como planteó Godard”.

El vacío es el que dejó el cuadro de la Gioconda en el Louvre después de que fuera robado en 1911.

Su ausencia convocó más interés que el que había tenido el cuadro hasta el momento.

Había nacido el aura de la imagen más reproducida de la historia.

¿Por qué aquellas personas hacían cola para observar un espacio vacío?

Quizás se trataba del deseo de desvelar aquello que estaba más allá de la imagen.

Imaginar sobre una pared con cuidado y atención países, batallas, figuras, fisonomías y otras infinitas cosas.

Un vacío que supuso una ceguera temporal. Una crisis de la imagen.

¿Estamos ciegos de tanto que vemos?

Si no podemos imaginar nada nuevo, si las imágenes no nos pertenecen, entonces dejamos que alguien imagine por nosotres, permitimos que nos imaginen.

¿Quién nos está imaginando ahora mismo?

Un estudio en 2017 encontró que mientras se veía una obra de teatro, los latidos del público se sincronizaban.

Los espectadores respondieron al unísono, con su pulso acelerándose o desacelerándose a la vez.

Vivir la puesta en escena de una obra de teatro fue lo suficientemente extraordinario como para superar las diferencias de grupo y producir una experiencia fisiológica común.

Mantén el antifaz sobre tus ojos. Y los auriculares puestos.

Vamos a acompañarte fuera del autobús. Lo haremos con calma.

Confía en que no te va a pasar nada malo.

En algún momento notarás que la señal sonora se perderá. No te preocupes.

Sigue con el antifaz y los auriculares puestos. Gracias por el salto de fé. Seguimos emitiendo“.

* Fragmentos del texto ‘Ensayo de un (no) encuentro en un (no) lugar’ , pieza de ‘Los números imaginarios’. Dramaturgia y Dirección: Carlos Tuñón

* Citas de Marta Azparren, Bárbara Ehrenreich o Kae Tempest. 

Carlos Tuñón, director de la compañía ‘Los números imaginarios’, viajó varias veces a La Palma con estancias de días en la isla para componer el texto, que luego ha ido revisando y completando durante el transcurso de los días de celebración del III Festival Nombrarse Volcán con las vivencias y reacciones del numeroso público palmero que ha asistido a las acciones poéticas propuestas en el programa del mismo para sus dos sedes, los municipios de El Paso y Los Llanos de Aridane.

Daniel Jumillas, actor de la compañía ‘Los números imaginarios’ y músico, comenzó a componer la música al llegar a la isla el lunes 3 de junio y terminó apenas un día antes del inicio de este (no) viaje a un (no) lugar. “Tuve la suerte de poder conducir por esas montañas desde el aeropuerto al Valle de Aridane y ya desde que puse un pié en la isla y vi esas laderas frente a la pista de aterrizaje no pude dejar de asombrarme y sentir que estaba entrando en otro mundo, en un lugar de ensueño”, afirma Jumillas.

Tras este viaje y tras cumplir la promesa de vivirlo, de dar ese salto de fé, los ojos y los oídos del grupo de vecinos y vecinas de la isla que iba en la guagua, libres de cascos y antifaz, se abrieron. Los cuerpos estaban rodeados por otras personas de la isla que, ajenas a la experiencia, disfrutaban de una fiesta en el espacio Crealab de El Paso. Perplejidad, alegría, asombro, lágrimas, baile, expresiones de júbilo... El poema colectivo estaba creado, las mentes y los corazones de los participantes cambiados y la confianza en el ser humano con mirada nueva, limpia, restablecida.

Es la primera vez que un espectáculo se inicia en un municipio y finaliza en otro por expreso deseo de la directora del festival, Patricia Figuero, “de hermanar de forma real y diferente a ambos municipios gracias compartir un mismo espectáculo”. Para poder hacerlo, la directora del III Festival Nombrarse Volcán pactó la acción con Crealab y con ese evento que tenía lugar también ayer sábado en El Paso: 'el Mercadillo de Arte Emergente’. Éste coincidió en fecha con el certamen, el día que esta creación colectiva en guagua salía desde Los Llanos de Aridane.

*Un reportaje de Carlos Tuñón, Daniel Jumillas y Julieta Martín Fuentes

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