«Sentí como una especie de necesidad vital el sentarme a escribir»

Esteban San Juan en la Biblioteca de Teatro Antonio Abdo.

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El próximo jueves 30 de julio, a las 20:00 horas, Esteban San Juan (Santa Cruz de La Palma, 1976) presenta su opera prima No siempre llueven vírgenes (La Equilibrista, 2020) en un acto que acogerá el Real Castillo de Santa Catalina. Y el próximo viernes 31, repetirá en el Espacio Cultural Real 21 de Los Llanos de Aridane, también a las 20:00 horas. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de La Laguna, ha publicado su tesis doctoral Variación lingüística y red social en una comunidad canaria (Servicio de Publicaciones, Universidad de La Laguna, 2004). Aunque hasta ahora se ha dedicado a la docencia universitaria y en enseñanzas medias, su carrera ha tomado un nuevo rumbo dirigiéndose hacia la creación literaria. Por eso, la Biblioteca de Teatro «Antonio Abdo» ha servido como escenario para una conversación con el autor: cómo su vida ha dado un giro inesperado —casi en consonancia con el personaje principal de su novela— hacia la producción narrativa.

—Víctor J. Hernández Correa. El ámbito de la literatura era hasta ahora una novedad en tu vida como escritor porque hasta el momento te has dedicado más bien al estudio lingüístico dentro de la rama de la Sociolingüística. ¿Cómo se te ocurre entrar en el terreno de la creación literaria?

—Esteban San Juan. Como tú bien acabas de decir, durante una buena etapa de mi vida —especialmente en los años posteriores a concluir mi carrera universitaria—, me dediqué a la investigación sociolingüística con el Dr. D. Manuel Almeida: primero fue la tesina, luego la tesis y algunos artículos que se publicaron en revistas especializadas. Después estuve unos cuantos años centrado simplemente en mi profesión. Pero en ese tiempo no he parado de leer mucha literatura: clásica, novela actual, novela negra, etc. Creo que todo ese cúmulo, ese conjunto de lecturas, forjaron una especie de germen —por decirlo de alguna manera— que me volcó a la escritura. Como que me empujó a escribir. Sentí como una especie de necesidad vital —si se quiere— el sentarme a escribir.

—vjhc. ¿Qué tiene el género negro para que provoque en ti esa atracción? Es un género específico. Lo lógico —no sé si lo lógico, pero sí lo esperable— es que hubieses empezado por el cuento, de una manera más general, sin un estilo tan definido. ¿Qué tiene el género negro —tú, que eres un gran lector del mismo y que conoces incluso distintas escuelas— que genera esa atracción para que te hayas embarcado en este proyecto?

—esj. Yo creo que he sido un gran lector del género negro, pero no he sido un lector de teoría o crítica de este género. Por tanto, mis apreciaciones sólo pueden ser como lector. Yo creo que lo principal es que es una muy buena literatura de evasión. Es decir, cuando yo he querido despejar mi mente, no pensar en problemas, laborales o personales, me he embarcado en la lectura del género negro. Es verdad que también, aparte de ese ámbito o dimensión de evasión que tiene el género negro, resulta interesante en el sentido de que cada escritor, cada narrador, presenta la escritura de un modo diferente. Es una manera que tienes de ver los derroteros del lenguaje, por dónde la va la lengua en un momento determinado, por dónde va la forma de narrar. Es decir, no es lo mismo un narrador norteamericano —de los que crearon el género, como Dashiell Hammett, por ejemplo, o un narrador canario actual: cada uno tiene su perspectiva, su forma de narrar, y cada uno es muy interesante. Los nórdicos también tienen una novela negra sui generis. Por lo menos en mi caso, me gusta evadirme y ver cómo va avanzando la literatura. Y por supuesto, es que el misterio, el crimen en general —nos guste o no nos guste—, tenemos que admitir que forma parte del interés o de la inquietud que tiene el ser humano. Yo creo que a partir de ahí fue cuando me embarqué en la lectura de este tipo de literatura y de novela.

—vjhc. Si tuviéramos que hacer un balance de la historia isleña, en concreto de la isla de La Palma, desde luego hay capítulos de sobra, ya desde el siglo xvi. La historia del crimen es consustancial al ser humano y lo es también en La Palma. El hecho de que te hayas inspirado y hayas ambientado en La Palma la novela, ¿es un homenaje a tu tierra?

—esj. Sí. Es una especie de homenaje y tal vez también es una deuda para con mi tierra. Yo sí tenía claro que si quería escribir algo de este género, debía ambientarlo en mi tierra. ¿Por qué? Primero, porque la conozco: me he criado aquí, aunque ahora esté viviendo fuera; conozco cómo es el carácter de la gente que vive aquí —creo que más o menos lo he plasmado en algunos aspectos—. Es esa deuda con la tierra en que se crió y se educó que —creo— tiene una persona cuando empieza a escribir. Aparte de eso, estoy convencido de que La Palma es un marco literario. La Palma de por sí es una isla literaria que se presta no sólo al género negro, sino a cualquier tipo de literatura que se pueda escribir.

—vjhc. Sin desvelar ninguna clave, ¿nos podrías resumir básicamente el argumento de la novela? Tal vez, sí, abrir alguna ventanita.

—esj. La cuestión de abrir alguna ventanita resulta complicado porque no quiero desvelar ningún detalle que pueda darle pistas al lector sobre el transcurso de la trama. Pero básicamente la historia va sobre un personaje que se llama Alfonso. Es un hombre de éxito en el terreno empresarial: posee una cadena de supermercados en la isla de La Palma, pero está asfixiado por un matrimonio sin amor. Es decir, él está casado con Pilar, que es una rica heredera de un hacendado de Los Llanos de Aridane. Y al fin y al cabo, son su suegro y Pilar quienes mantienen este tren de vida de Alfonso. Alfonso aparece bebiendo en un bar de Los Cancajos. Está completamente borracho. Cuando se emborracha, empieza a hacer balance de su vida, comienza a ver lo frustrado que está. Y en ese momento determinado conoce a Linda, que es una prostituta dominicana, que lo seduce y lo invita a que la acompañe a un piso de la zona. Alfonso, que no estaba acostumbrado a eso, se dice «¿por qué no?» y acompaña a Linda a esa casa. Él no quiere intervenir en esos juegos eróticos y comienza un forcejeo… Sigue teniendo presente la imagen de su mujer y esa moral en la cabeza. Empiezan a forcejear y hay una estatuilla en la mesa de noche —ironías de la vida, es una virgen—, la coge y se la estampa en la cabeza. Ahí acaba el primer capítulo. Al día siguiente se despierta y comienza a reconstruir lo que había pasado en la noche anterior, y se da cuenta —sin saberlo a ciencia cierta— que tal vez puede haberse convertido en un asesino —o no—: es decir, no sabe si Linda ha muerto o no. Él la dejó en ese cuchitril, en ese piso mugriento de Los Cancajos. A partir de ahí, el personaje comienza a experimentar una serie de acontecimientos: recibe una serie de anónimos que lo van perturbando, y recurre a un personaje que a mí me gusta mucho —quizás, el personaje que más me atrae de la novela—: un señor mayor que se ha dedicado a las labores detectivescas. Él se convertirá en su mano derecha y quien le va a ayudar a resolver esta trama. Alfonso tiene que saber si realmente es un asesino o no, quién le ha enviado esos anónimos, etc.

—vjhc. Sin duda, ese personaje del antihéroe, de la persona frustrada, con problemas, forma parte consustancial de la novela negra: el vicio, el alcohol, el tabaquismo. En tu caso, al menos, ¿por qué esos personajes tienen tanta miga literaria? ¿Cómo te ayudó ese perfil de antihéroe, de personaje oscuro, a desarrollar esta historia?

—esj. No me lo he planteado realmente. Yo creo que siempre nos resulta más fácil e incluso más placentero —podría aventurar este adjetivo— escribir sobre alguien que es un infeliz que sobre alguien que es feliz. Quien es feliz ya lo tiene todo y a lo mejor nos cuesta decir algo o no hay nada que decir. Pero sí es verdad que ese tipo de personajes oscuros, que tienen una doble moral —como en este caso muestra Alfonso—, con esa vida hundida, pantanosa, nos gustan para ver si los podemos ayudar a salir a flote. De hecho, no quiero desvelar… estoy tratando de ser comedido… Hay un momento determinado en la novela en el que da la impresión de que Alfonso ha trascendido toda esa frustración, ha trascendido todos sus problemas y parece que va a ser feliz. Quise escribir sobre esa trayectoria: cómo una persona que está en el lodo puede, de alguna manera, llegar a atisbar un poco de felicidad.

—vjhc. Como escritor novel, ¿cuál ha sido tu experiencia con la editorial? ¿Estás contento con la casa que se ha encargado de editar el libro?

—esj. Desde luego estoy muy contento con La Equilibrista. Es una editorial catalana modesta e independiente. En todo momento me he sentido apoyado por ellos. En cualquier cuestión que me ha surgido, han respondido muy bien y con un trato muy cercano.

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