Espacio de opinión de La Palma Ahora
25N ¿Afecta más la crisis a las mujeres que a los hombres? Sí.
“Hemos entrado en el siglo XXI con los lastres del XX, pero con la mezquindad del neomachismo, mucho más perverso que el machismo tradicional por ser más sutil y más complicado de detectar” (Nuria Varela, del libro 'Íbamos a ser reinas')
Las razones que voy a exponer son claras y están contrastadas. La excusa de la austeridad se ha utilizado en países como el nuestro para recortar y eliminar organismos públicos especializados en políticas de igualdad así como proyectos encaminados a la igualdad entre hombres y mujeres. La idea perversa de que “si no hay para los trabajadores menos para hacer políticas para las mujeres” desgraciadamente ha calado. Sin embargo en otros países como Suecia, la igualdad de género es un principio asumido socialmente que se entiende como una inversión para el desarrollo del estado de bienestar y que incluye los derechos de las mujeres como derechos humanos. No ocurre lo mismo en nuestro país, donde los recortes están atentando directamente sobre los principios de igualdad.
En primer lugar estos recortes, bajo la mentira de políticas de austeridad, en el sector público han afectado sobre todo a sectores feminizados como la educación, la sanidad y los servicios sociales, lo que ha agudizado la penalización sobre las condiciones de vida de las mujeres, con lo cual se puede decir sin lugar a dudas que la crisis afecta más a las condiciones de vida y derechos de las mujeres.
Según los datos que obtiene el Instituto Nacional de Estadística (INE), las mujeres dedican cuatro horas y cuatro minutos a tareas domésticas y familiares (mantenimiento del hogar, compras, cuidado de hijos/as y personas ascendientes) en un día promedio, lo que representa dos horas y cuarto más de lo que dedican los hombres al mismo trabajo. Esta mayor dedicación al trabajo no remunerado que realiza gran parte de la población femenina tiene incidencias negativas en su calidad de vida, tanto respecto a su incorporación al mercado laboral, como a la menor disponibilidad de tiempo para una jornada de trabajo remunerado, a su estado de salud y al menor acceso a la participación social y política.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) constata que la brecha de género en el trabajo no remunerado es mayor cuando existen hijos y/o hijas menores de 15 años, además existe una menor tasa de empleo de las madres con hijos/as menores de 12 años (que se ha reducido en más de 12 puntos porcentuales respecto a la que había en 2008) y una mayor incidencia del trabajo a tiempo parcial en estos últimos años. Además se ha puesto freno a una de las medidas más efectivas para la corresponsabilidad: los permisos intransferibles y bien remunerados ante un nacimiento.
Esta diferenciación tan específica del uso del tiempo no la podemos justificar con que son las mujeres las que personalmente optan según sus preferencias. Quienes lo hacen ignoran el curso de los acontecimientos políticos de estos últimos años o quieren volver a recluir a las mujeres al ámbito del hogar. Estas diferencias se han visto agudizadas por las políticas de austeridad y los recortes en los servicios públicos destinados al cuidado infantil y a la atención a la dependencia. En España, por ejemplo, se ha paralizado la aplicación de la “Ley de Dependencia”, reduciéndose hasta un 85% algunas de las prestaciones económicas concedidas por dependencia y eliminando la cotización a la seguridad social de las prestadoras no profesionales en el entorno familiar (mujeres en más del 90%). Sin lugar a dudas con la crisis se marcan más los roles de género y ello trae más desigualdad entre hombres y mujeres.
Otro dato significativo, para continuar respondiendo a la pregunta, es que en España más del 70% de quienes reciben una prestación no contributiva son mujeres, y que su importe medio está por debajo del umbral de pobreza. Son muchas de estas mujeres mayores de 65 años las que están asumiendo la responsabilidad de sostener económicamente muchos hogares en los que no entran ingresos suficientes o ninguno, debido a la pérdida de trabajo, subida de impuestos sobre el consumo, etc. Esto trae como consecuencia situaciones de precariedad y riesgo de exclusión social que aumente sobre las mujeres, incluso sobre las que cobren algún tipo de prestación social.
En definitiva, la crisis económica y los recortes adoptados en respuesta están provocando duros efectos sociales, reflejados en las cifras de paro, desahucios y avance de la pobreza, que impactan en toda su crudeza en los hogares. Pero no afectan por igual a todos los miembros de la familia; se muestran más duros con los menores, que presentan más riesgo de pobreza, y con las mujeres, que asumen el trabajo derivado del recorte de servicios públicos y, en muchos casos, las dificultades impuestas por menores ingresos.
Estas políticas de austeridad están haciendo que se vuelva o se refuerce el modelo familiar tradicional y desigualitario, donde se espera que sea la solidaridad de sus miembros la que cubra las necesidades y cuidados de quienes la forman. Una vez más son las mujeres las que cargan con unas obligaciones que en el estado de bienestar son responsabilidad del Estado. No estamos ganando en solidaridad como piensan muchos/as (los que dicen que ante la crisis nos volvemos más solidarios y por lo tanto mejor personas y ciudadanos). Estamos perdiendo derechos y eso trae consigo desigualdad, injusticias y pérdida de la ciudadanía. La austeridad nos está alejando del horizonte de la igualdad, con lo cual las políticas de austeridad de esta crisis no nos hace “mejor personas”.
En definitiva, cuando el resurgir patriarcal se alía con el más duro capitalismo (de estas políticas de austeridad) el resultado es brutal tanto para gran parte de las personas como para el conjunto de la ciudadanía. Es de una tremenda irresponsabilidad defender las conquistas sociales y el estado de bienestar por un lado y no incluir los derechos de las mujeres mediante políticas de igualdad por otro.
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