Espacio de opinión de La Palma Ahora
Consumo, paro y trabajo
El sistema mercantilista, cuando despide a un trabajador en aras de la rentabilidad o en contra de las pérdidas que socaban los dividendos, además de crear un parado, pierde un cliente y, en consecuencia, los efectos del nefasto círculo en el que estamos inmersos, como todo tiburón que se devora la cola, siguen agravándose de manera lacerante para, sobre todo, la parte de la población más débil.
En el mercado libre en el que vivimos o sobrevivimos en esta parte del globo, el consumo crea empleo y el empleo es el que genera consumo. Son los pilares de la lógica capitalista: fabricar para comprar y gastar para continuar produciendo. Si esta frágil dinámica se rompe o se descompensa, cosa que ocurre cíclicamente, como pasa ahora, el sistema se viene abajo.
La solución a la sangrante tasa de desempleo, en base al citado razonamiento del liberalismo más recalcitrante, pasa por los beneficios de las empresas y, como ha quedado claro, los balances positivos sólo se originan en las cuentas de resultados si los trabajadores tienen una colocación remunerada que les permita adquirir bienes y servicios. O sea, sin ciudadanos con poder adquisitivo no hay negocio que valga y, sin lucro empresarial, no hay contratos laborales que cubran la mano de obra desocupada.
Antes de integrarnos en la Unión Europea, cuando tal proceso se estancaba, el Estado tenía la posibilidad de poner en marcha la máquina de hacer billetes y ese dinero público, aunque elevaba la inflación, a través de inversiones, dinamizaba la economía hasta que el sistema volvía a caminar por su cuenta.
En La Palma, salvando las distancias, existe la posibilidad de intentar una salida a la galopante recesión haciendo circular el dinero con más fluidez. Hace un par de meses se presentó, en el marco de un Banco de Tiempo, el proyecto Drago de moneda local para reactivar el comercio impulsado por Carlos Pérez. Para muchos, la propuesta en cuestión es una quimera propia de soñadores e idealistas. Sin embargo, esta experiencia se ha implantado con éxito en otras zonas y, en la situación actual, todas las iniciativas, por complejas, difíciles o utópicas que parezcan, han de ser tenidas en consideración. Cualquiera de ellas será siempre mejor que quedarse con los brazos cruzados y esperar a que la crisis que tantos estragos está causando se diluya por su cuenta.