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Garabatos entre padres e hijos: posibilidades

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Mi hijo siempre ha querido ser astronauta, y me preocupa.

Considero importante, necesario e ineludible, que todos queramos ser algo o queramos hacer algo, no solo a la edad de 10 años, también a los 20, a los 30, a los 40, a los 50, a los 60, a los 70, a los 80, y posteriores. Dicha posibilidad, efímera o constante, llevada a cabo, desgrana una actitud enérgica, audaz, de viveza inusitada y acierto impredecible, y además es el concepto primordial de la existencia. Nos erigimos en un posicionamiento o en varios, y esbozamos desde ahí las relaciones sociales e interactuamos en la reflexión y la comprensión, erguimos nuestros propósitos sostenidos desde el foro o gremio o profesión que profesemos o ejerzamos, y entonces la armonía y el equilibrio de la existencia acogen la tesitura y la locura agradable y consistente.

Mi hijo, en diferentes ocasiones, y en respuesta a la pregunta o conversación mantenida sobre sus preferencias profesionales o actividades futuras, ha desbordado toda clase de probabilidades y deseos. Ha querido ser futbolista, piloto de aviones, profesor de educación física, maestro de artes marciales, espía, abogado, fisioterapeuta, médico, masajista, bombero, ninja, entrenador de Pokemon, (yo también), protagonista de los comics (yo también), alguno de los superhéroes de Marvel (yo también), y otros tantos que ahora no recuerdo, pero siempre y en todo momento, en las tres o cuatro actividades u oficios que indica y posibilita, aparece la de astronauta. Y me preocupa.

Alcanzamos o llegamos a una actividad, u oficio, o gremio, o foro, y asentamos y confabulamos nuestras nociones, y proponemos y engrosamos los instantes, pero en ocasiones esa actividad principal, una vez instalada en ella, no trasciende ni enriquece ni desprende los olores o sabores, ansiados y esperados, por eso la importancia de querer siempre ser algo, de querer hacer siempre algo, aunque ya seamos algo, aunque ya hagamos algo. Diferente, otra cosa.

No existe el error en quien experimenta la vida, porque el error es parte de la realización de algo, como lo puede ser el logro, el triunfo, el intento, el esfuerzo. Todos estos, en una u otra manera, en la distancia, en la ceremonia, ante el acontecimiento, en la elaboración, son parte del entramado experimental del transcurso y la probabilidad que intentamos o que se nos presenta. El error solo es la confabulación vecinal de quién presta mayor interés en fisgonear y denigrar la actividad de otros, que en sacudirse la desidia, la envidia, el aburrimiento de encima.

Mi hijo siempre ha querido ser astronauta, y me preocupa. En realidad lo que me aturde de la cuestión y de dicho propósito e intención es que, pretende a sus diez añitos, llevarme cuando sea astronauta a la luna para jugar al fútbol, echar un partidito, por la característica de que no hay gravedad, y luego regresar, o bien para recorrer las galaxias en aventuras interestelares, y claro, no sé si mi cuerpo y mente en ese futuro que ha de llegar, aceptará tanto trajín e improvisación. Yo de todos modos, en un intento, a veces imposible, a veces esperanzador, por quedarme aquí abajo, le digo que, a lo mejor, para entonces, pues es mucho tiempo para dilucidar nada, yo lo que quiero es ser protagonista de comics, sobre todo los de mi época, Roberto Alcazar y Pedrín, El pequeño luchador, El Capitán América, El Guerrero del Antifaz, y otros, y él, audaz y extrañado, con rostro circunspecto y desconfiado, me dice sonrisa en mano, que siempre lleva, que yo sería un buen entrenador de Pokemon, claro está, siempre que fuera él quién me enseñara.

www.andresexposito.es

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