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Los olvidados del volcán

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La furia destructiva del volcán de La Palma ha dejado al descubierto una tragedia que pocos parecen conocer. Son los animales que la erupción de Cumbre Vieja dejó sin casa, sin familia, sin el hogar que había sido suyo hasta ese día. Es un colectivo que no tiene voz y, si la tiene, no sabemos traducir lo que nos dice. Suelo escuchar los sonidos que emiten determinadas especies y, como hacemos muchos seres humanos, intento traducir, deducir lo que nos comunican. He escrito sobre algunos de los que han vivido a mi lado, perros, sobre todo, a los que he dedicado artículos o historias que hablan de esa relación. Boba, Luna, Renata o Alfonsina han formado parte de esa vida. Eran perras de diferentes razas, pero con todas ellas llegué a entablar una cierta comunicación compuesta por miradas, gestos y maneras distintas de querernos. Llegué a entenderlas. Hablar, no, pero entendernos, lo que se dice entendernos, sí.

Ahora tengo también gatos, tortugas y un pájaro en acogida que mis hijos trajeron a casa después de la erupción y que espera que sus dueños puedan volver a recogerlo. Es de color verde pálido, la cabeza y las plumas del lomo a rayas negras y amarillas, los ojos redondos y brillantes. No entiendo de pájaros. Nunca me gustó verlos encerrados, pero el volcán me ha cambiado la percepción de las cosas incluida mi relación con las aves. Este pequeño loro, periquito o lo que sea, me mira muy fijo y me pregunta dónde está su casa, si lo estarán buscando y si lo echan de menos. Hablamos. Hablamos poco, pero ya me recibe piando cuando entro por las mañanas en el patio donde ha encontrado casa y comida. Yo le digo que me duele lo que está sucediendo y él me mira, Sólo me mira, pero sé lo que quiere decirme: que levante la voz para abogar por ellos; por todos los seres vivos afectados por el volcán, incluidos los animales sin voz necesitados de que se les escuche de alguna forma y a la espera de la ayuda necesaria para sobrevivir.

Existen asociaciones que están prestando esa ayuda, pero se sienten sobrepasados por la situación. La avalancha de animales abandonados a su suerte o entregados para su cuidado mientras las familias afectadas encuentran un lugar donde vivir y puedan volver a recuperarlos y tenerlos con ellos, es alarmante. Existen varias de esas asociaciones y protectoras en la isla. Unas ya existían, otras han sido creadas a raíz de la llegada del volcán. Todas están desbordadas. Alrededor de 700 animales (perros, gatos, conejos, tortugas, roedores de todo tipo, patos, pavos, gallinas y pájaros de distintas razas) pueblan en este momento uno de los refugios instalados en la isla cerca del volcán. Los conozco. Benawara es su nombre. Están con el corazón en un puño y piden nuestra colaboración para ayudarlos pues son muchos los animales afectados y pocos los recursos con los que cuentan. Más de 30.000 kilos de alimentos han sido donados por particulares y empresas, pero aún solicitan transportines grandes y cosas tan simples como arena para los gatos, empapadores, alimentos para perros adultos, para razas mini, para cachorros… Es urgente encontrar casas de acogida temporal, adopciones y, sobre todo, precisan un lugar físico donde instalarse; necesitan un refugio para ayudar a los animales en situación de desamparo.

Los voluntarios y las protectoras de animales lo están pasando muy mal. No hay en la isla un refugio en condiciones y quienes voluntariamente trabajan para mantenerlos vivos y bien cuidados piden un lugar donde ubicarlos adecuadamente; donde poder atenderlos en sus necesidades; donde custodiarlos en las mejores condiciones posibles hasta que todo vuelva a la normalidad y puedan regresar a sus hogares. Y si eso no fuera posible debido a la situación de muchas familias que no van a disponer de un espacio donde poder cobijarlos, que ese refugio sea lo mejor para ellos, tanto si es de forma transitoria como si es para siempre. No valen discursos ni amenazas ni críticas de algunos sectores que denuncian la situación de algunas especies autóctonas en oposición a esos otros animales de compañía que son parte de nuestra biografía. No nos valen tampoco las reclamaciones de esos otros grupos que defienden a los animales con razonamientos tan inoportunos como fuera de lugar y que resultan contraproducentes para quienes se pretende defender. No dudo de las buenas intenciones de ambos, porque creo que es elemental proteger y preservar nuestra riqueza natural tanto como la supervivencia de cualquier otra especie que exista en la isla, pero también creo que hay otras vidas que resguardar y parece que nadie las considera importantes. Son las de los animales domésticos, aquellos que amamos y cuidamos como si fueran algo transcendental y necesario en nuestra existencia. Y si la familia ha perdido la casa, la huerta, las fincas y los lugares que formaron parte de su historia, también hay perros y gatos, un conejillo de indias, un pato o una tortuga que la familia cuidaba y protegía como si fuera parte de ella.

Todos esos animales están en graves dificultades, sobre todo perros y gatos evacuados de sus hogares que no pueden estar con sus dueños por el momento. Algunos han sido hallados vagando de un lado para otro porque huyeron durante las explosiones y ahora no encuentran el camino de vuelta a una casa que ya no existe porque ha quedado sepultada por la lava o por la ceniza; muchos han sido rescatados por las fuerzas de seguridad que los abrigan y transportan hasta los refugios con un cuidado que produce escalofríos. La gran mayoría carecen del calor de sus dueños. En algunos casos, éstos acuden a verlos, a acariciarlos y a decirles las palabras que quieren oír. Los hay solitarios sin ese calor tan fundamental y eso se nota en la mirada triste y huidiza del que se cree desamparado para siempre. Necesitan nuestra voz para defenderlos. No los descuidemos una vez más. No les hagamos sentirse como un estorbo. Formaron parte de nuestras vidas y ahora no podemos abandonarlos a la intemperie de esos campos cubiertos de ceniza. Sigamos el ejemplo de tanta gente buena que es capaz de abarcar con su ternura el mundo que les rodea, incluidas plantas y animales.

 

Elsa López

23 de noviembre de 2021 

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