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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

¿Cómo vamos?: En La Palma ha aumentado mucho la incidencia en los últimos 21 días

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Muchos recordarán lo decíamos en nuestra infancia en algunos de nuestros juegos cuando llegábamos a “la casa” o al final: por mí y por todos mis compañeros. Con las vacunas es lo mismo. En el hecho de vacunarnos tenemos que tener claro que no me vacuno solo para protegerme yo, me vacuno para proteger a los demás. Y esta idea la debemos asumir: la vacunación es un bien colectivo, es un elemento fundamental del “bien común” y en este sentido debe ser “obligatoria”. O se imaginan ustedes a un gobierno argumentado que el pago de los impuestos debe ser algo voluntario, algo que quede a la solidaridad de las personas ¿Se lo imaginan? ¿A qué no? Nadie pagaría sus impuestos. En el caso de las vacunas tiene que ser igual. El objetivo de la vacunación es lograr la inmunidad de rebaño, es decir, que el porcentaje de la población inmune sea tan elevado que el virus no pueda seguir expandiéndose y que acabe extinguiéndose. De esta forma protegeremos del coronavirus a los que no pueden ser vacunados y conseguiremos la vuelta a nuestras vidas “normales”.

Pero ¿cuántas personas deben vacunarse para alcanzar esa inmunidad de rebaño?  La inmunidad de rebaño es una estimación teórica y depende de muchos factores. Para calcularla, se parte de la Ro, la tasa de transmisión del virus. En este virus, sino se toma ningún tipo de medida de contención (mascarillas, distancia, ventilar…) la Ro se ha estimado en un 3 de media. Y con esa Ro, se ha calculado una inmunidad de rebaño de un 66%. Por ahora, con la Ro actual, con el 70% de la población vacunada podríamos hablar de inmunidad de rebaño que frene al virus y nos proteja a todos.  Hemos de tratar de conseguir un 70% de inmunidad en todo el mundo, a escala global, no sólo en tu país. Este virus no conoce fronteras, se ha movido como ha querido. La estrategia de vacunación tiene que ser global.

Pero hay varios interrogantes abiertos, ya que frenar la transmisión de un virus respiratorio es complicado. Al menos con estas dos primeras vacunas no está garantizado que frenen el contagio; protegen al vacunado, pero no está claro aún que impidan la transmisión.

Las vacunas que trabajan con el virus completo sí son esterilizantes, porque no solo bloquean la proteína S (la espícula) del virus, como estas dos primeras, sino que van a evitar la infección, y este es el objetivo final: que el vacunado, no solo no enferme, sino que no será transmisor.

Para conseguir tener el primero de julio al 50% de la población española vacunada habría que vacunar a unas 130 mil personas diarias y este número no tiene en cuenta que hay que poner dos dosis de la vacuna de Pfizer y o de la de Moderna. Por ejemplo, si cada semana recibimos 350.000 dosis, durante las doce primeras semanas, el proceso podría ser: durante cuatro semanas se pone la primera dosis a 1,4 millones. Las cuatro siguientes se emplearían en poner la segunda dosis. A partir de la novena semana se empezarían con más personas. ¿Es posible? Ahora mismo no. Aun no hay infraestructura logística, ni están llegando las vacunas a ese ritmo. Una vez obtengamos las suficientes vacunas y esté engrasado el sistema de vacunación se podrá hacer, ya que tenemos unos 13 mil centros de Atención Primaria en España; en todos no se podrá vacunar, pero si estimamos que en unos ocho o diez mil pueda vacunarse, quizás, si todo va bien, podamos tener al 70% de la población vacunada para primeros de 2022 si el virus no cambia demasiado. Aunque es mejor no hablar de plazos y empezar a vacunar todo lo deprisa que podamos. Debemos tener presente que hasta que no consigamos la deseada inmunidad de rebaño tendremos que seguir con las mismas normas que hasta ahora, si relajar ninguna de las mediadas, al menos en los interiores. Nos queda mascarilla por lo menos para un año más.

La nueva ‘cepa’

La incidencia acumulada a catorce y a siete días sigue subiendo en España, en Canarias la provincia de Tenerife está la vigesimotercera en incidencia y las de Las Palmas está el último lugar de incidencia, es decir, es la zona de España con menor incidencia del virus; y en la isla de La Palma ha aumentado mucho la incidencia en los últimos 21 días. Los contagiados asociados a cuatro brotes han pasado de siete a cuarenta y seis. Empezamos a ver los positivos surgidos de los encuentros navideños y de los desplazamientos. La curva a nivel nacional, regional y local, que dejó de bajar a finales de noviembre, está claramente en ascenso. Aun no lo hace de forma pronunciada y no lo hace porque probablemente estamos subestimando los contagios. La tasa de positividad (el porcentaje de positivos sobre los test que se hacen), que hasta la semana pasada se había mantenido de forma más o menos estable, empieza a subir; lo que nos dice que se están escapando positivos de los controles, o bien porque se están haciendo menos test, o bien porque la epidemia empieza su crecimiento exponencial o ambas cosas. Todos los expertos alertan de que en enero podemos tener un recrudecimiento de la pandemia y vernos de lleno en una tercera ola mayor que la segunda que dejamos atrás en noviembre sin alcanzar el nivel más bajo de la primera ola obtenido en junio.

En Europa en los últimos tres meses se han notificado el 80% de los contagios de toda la pandemia ¿Por qué podemos tener una tercera ola considerablemente mayor que la primera? Los aumentos de contagios en Inglaterra y los que empiezan a detectarse en España. ¿Son debidos a una mayor facilidad de contagio del virus de la nueva cepa británica? ¿o son debidos a las aglomeraciones en espacios cerrados, mal ventilados y sin mascarillas ya que en el exterior hace frío y no se pueden desarrollar actividades? En verano todos los expertos afirmaban que en otoño tendríamos una “gran ola” en Europa, que la llegada del invierno, del frío y de la vuelta a realizar nuestra actividad en los interiores causaría un aumento considerable de casos. Aun no hay datos suficientes para determinar que factor es el determinante en este llamativo aumento de casos. Pero lo que sí parece claro es que estamos cometiendo algunos de los errores de febrero y que la nueva variante del coronavirus puede provocar un pico de casos mayor que el de marzo y “estallar” la epidemia en enero o en febrero y la situación, quizás, pueda ser como volver a empezar, como si nos enfrentásemos de nuevo a una nueva pandemia. Y para afirmar esto y, entender que es lo que puede suceder en el futuro, solo tenemos que mirar las gráficas y los datos; y recordar que a finales de febrero ya se sabía que si los países hacían como Corea del Sur se iban a salvar y si hacían como Italia o Irán, no; y eso es lo que nos pasó. Hay que mirar los datos, ver cómo evolucionan y en función de las decisiones que se tomen se puede saber, más o menos, que es lo que va a suceder.

Ahora, con la nueva variante, como entonces en febrero, los números son relativamente pequeños y no se están midiendo bien; pero la gente, en general, no se da cuenta de que el crecimiento del virus, a partir de un cierto nivel, es exponencial

Sabemos que, si el virus se deja a “sus anchas”, de media, cada persona infectada contagia a tres individuos. Con las medidas de contención adoptadas, el nivel de contagio se ha conseguido reducir al 0,9; es decir, cada infectado contagia a menos de una persona y de esta forma se ha logrado contener la epidemia en muchos lugares. Pero con la nueva variante del coronavirus, si resulta tan infecciosa como se estima, adoptando las mismas medidas, la capacidad de contagio no se reduciría a menos de una persona por infectado, sino que se elevaría a 1,5 personas por cada caso, por lo que el número de contagios volvería a crecer exponencialmente. Lo que nos obligaría a vacunar al 80% de la población para alcanzar la inmunidad de rebaño y esta no se podrá conseguir hasta bien entrado el año 2022, lo que retrasaría también la recuperación económica a más allá de 2023.

La prevalencia de esta nueva variante es todavía baja, pero está creciendo. Hay que pensar de nuevo las medidas que vamos a adoptar y replantear las cosas que sabíamos hasta ahora. Para frenar esta cepa o esta nueva situación de contagios hay que reducir aún más la transmisibilidad. Esto se puede hacer, pero solo si se toman medidas inmediatamente y sin miedo, no como hicimos en marzo, que tardamos demasiado. Las medidas básicas siguen siendo las mismas: el testeo, el rastreo de contagios, el aislamiento y las cuarentenas. Pero los rastreos de contagios siguen siendo insuficientes y los aislamientos y cuarentenas que no se están haciendo respetar en muchos casos.

Por otra parte, si se está haciendo un esfuerzo para reducir los casos localmente, pero se deja que entre gente de fuera con la infección esta puede volver a empezar. No podemos cerrar fronteras totalmente, y ya es muy tarde para hacerlo, pero lo que si se puede hacer es que los viajeros que entre en el país, en Canarias, se hagan un test y lo vuelvan a repetir a los cuatro días para asegurar que no tiene el virus.

Si la tasa de infección sube exponencialmente, quizás no lleguemos a tiempo para vacunar a toda la gente que necesitamos proteger, por eso tenemos que ir rápido, esprintar para vacunar todo lo deprisa que podamos a las personas más expuesta antes de crezca aún más la propagación de esta nueva cepa. Esto es una carrera entre las vacunas y las nuevas variantes del SARS-CoV-2. Y lo difícil es hacer un sprint mientras mantenemos una maratón.

Con los pocos datos que por ahora se tienen de la nueva cepa, unido a que debido al frío del invierno toda la vida se desarrolla en interiores, más el hecho de que las reuniones y celebraciones que haremos por Navidad nos juntarán y probablemente relajemos las medidas, ya se sabe que en enero, febrero y marzo habrá un aumento de contagios que traerán una tercera ola de la epidemia. Con la nueva cepa, el coronavirus se reproduce más en el cuerpo, por lo que puede haber más casos, más enfermos y, por tanto, quizás, más muertos. Así que no se puede pensar o afirmar que esta nueva variante va a ser menos letal porque no se sabe aún, aunque por ahora todo apunta a que no lo será, entre otras cosas porque los virus, en general, evoluciona para ser menos letales y más contagiosos. Actualmente la letalidad en España es del 0,78%.

Para finalizar algo de optimismo.

Hemos vivido un 2020 malo. El peor en décadas. Una pandemia que ha matado a casi dos millones de personas en el Mundo. Si has tenido suerte, sufrirás la crisis económica. Si no la has tenido, alguien de tu familia habrá muerto. Pero podemos ser optimistas. Esta pandemia es propia del siglo XXI porque ha ocurrido debido a nuestra gran conexión global, debido a los extraordinarios medios de transporte y comunicación que tenemos: es posible ir de Wuhan a La Palma en dos días. Pero la Ciencia y la Tecnología nos han dado las vacunas más rápidas de la historia. Vacunas que salvarán a millones de personas con una tecnología impensable hace pocos años. La Ciencia actual parece, a veces, la ciencia ficción de nuestra niñez, pero además ¿quién hubiera creído hace un año que podríamos mantener un continente casi cerrado sin colapsar la economía y causar un caos global? Al virus lo van a frenar décadas de avances, décadas de progreso “ilustrado”. ¿Cuántas muertes creen que habría provocado esta pandemia en los años sesenta del pasado siglo? Recuerden que la gripe de 1918 mató a más 50 millones de personas. La mayoría de la gente cree que el mundo es cada vez peor, que el mundo retrocede, que casi estamos en un caos global; pero no es cierto: los datos dejan claro que esa percepción es falsa. El mundo no empeora, mejora. No es un lugar perfecto, lo sé.  Pero de todos los momentos históricos, de todos los siglos vividos por la humanidad, de todos lo que hemos conocido, éste es el mejor mundo. A medida que la gente se vaya vacunando y alcancemos la inmunidad de rebaño, vendrán unos nuevos “locos años veinte” del siglo XXI. Nos vamos a abrazar y a besar todo lo que no hemos podido en el último año y medio. Nos espera un nuevo año que será mejor. Que así sea.

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