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“En La Palma seguimos explotando insosteniblemente nuestros recursos”

Guillermo Rodríguez Pages es alumno del IES de El Paso y activista climático.

Esther R. Medina

El Paso —

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Para evitar la catástrofe medioambiental hacia la que se encamina el planeta reclama a los jóvenes “acción inmediata, en las casas, en las calles y en los centros educativos”. Guillermo Rodríguez Pages, de 16 años, alumno del IES de El Paso, es activista climático y miembro de la plataforma Ecoaridane que lucha contra el calentamiento global. Considera que en La Palma “seguimos explotando insosteniblemente nuestros recursos y contaminando los que no podemos explotar”. Y pronostica, en una entrevista con La Palma Ahora, que “vamos de cabeza al colapso”. “Estamos en alerta máxima. Es nuestro futuro el que está en juego”, asegura. 

-¿Desde cuándo estás implicado en el movimiento contra el cambio climático?

 -Aunque siempre he estado informado sobre el cambio climático y los daños al medioambiente, la iniciativa en contra de estos la tomé este mismo año, un mes antes de la manifestación del 15M. Fui informado de la movilización que ciertos institutos estaban organizando y decidí involucrar también al mío. Desde el primer momento conté tanto con el apoyo del profesorado y la dirección del centro como el de todos mis compañeros, quienes se volcaron en la causa de una manera increíble. 

-¿Qué labor desarrollas? 

-Previo a la manifestación, fui el responsable de organizar toda la participación del instituto. Me encargué de informar sobre el movimiento ecologista que se está dando y de divulgar sobre el cambio climático. Con ello, animé a todos a participar: elaboración de pancartas, lluvia de ideas, lemas con los que hacer llegar nuestro mensaje…Ya durante la manifestación, tuve el honor de representar al IES El Paso, así como de tomar parte en el recital de poesía que se celebró ante todos los activistas. Actualmente colaboro en la plataforma Ecoaridane junto a compañeros de distintos centros. Compartimos vía redes sociales información relevante y noticias que, o bien reflejan la catastrófica situación de nuestros ecosistemas y las actividades industriales y domésticas que la provocan, o bien muestran cómo hacerles frente y los pasos que damos hacia el futuro. 

-¿Crees que los jóvenes palmeros, en general, tienen conciencia de la catástrofe medioambiental que vive el planeta? 

-Hace apenas un par de años, la respuesta unánime sería no. Afortunadamente, las movilizaciones y los estudios científicos tienen más cabida en medios de comunicación. Asimismo, la educación y las redes sociales han servido como medios para difundir las ideas e incitar al cambio. Por lo tanto, sí, los jóvenes somos conscientes de esta catástrofe (en muchos casos incluso más que los adultos). Ello no significa que todo esté hecho. Esta consciencia debe ser profunda, y no algo momentáneo. Es el momento de cambio. 

-¿Los políticos han actuado con responsabilidad en este asunto? 

-En absoluto. Este es uno de los objetivos de las movilizaciones. El problema medioambiental del que ya somos víctimas tiene que ser tratado desde todos los ámbitos y a todas las escalas. Como ya he dicho, las actividades contaminantes se dan tanto en los sectores de producción como en la vida cotidiana. Solo las instituciones políticas pueden promover medidas que frenen dichas actividades, y solo ellas pueden ofrecer alternativas e impulsar las energías renovables y el consumo responsable. No sólo pueden; deben, como instituciones que, teóricamente, velan por nuestro bienestar y el buen funcionamiento del sistema. 

-¿Se está aún a tiempo de salvar el planeta? 

-Solo si actuamos a la voz de ya. La década del 2030 es la famosa fecha que los científicos han establecido como punto de no retorno. Parece, no obstante, que es algo sin importancia. Hablamos de apenas 11 años. Tras ellos, y si seguimos en esta línea, el Apocalipsis podría pasar de tópico literario a titular de periódico. Y de ahí, a nuestro epitafio. 

-¿Cómo ves La Palma desde el punto de vista medioambiental? 

-Una ficha de dominó que aún no ha caído, pero que ya siente el temblor de las que hoy lo hacen. Y de caer también, podemos dar por sentada nuestra mayor crisis económica. Vivimos de dos sectores principales: el turismo y la agricultura. Un turismo basado en nuestros recursos naturales, y una agricultura que es dependiente de estos. Y pese a esto, no somos capaces de protegerlos y de rescatarlos de ese fino hilo del que cuelgan. Como isla rodeada de océano, en el trópico con mayor número de horas de sol y acariciados recurrentemente por los alisios, tenemos a nuestro alcance cientos de posibilidades: energías eólicas, hidráulica, solares…, además de pequeñas poblaciones sobre las que llevar a cabo experimentos. Somos una ínsula-laboratorio. Pero aquí seguimos, explotando insosteniblemente nuestros recursos y contaminando los que no podemos explotar. De cabeza al colapso. 

-¿Qué mensaje quieres lanzar a los jóvenes? 

-Acción. Acción inmediata. Acción en las casas de cada uno, en las calles, y en los centros educativos. Aportar el significante grano de arena de cada uno y exigir a las instituciones medidas urgentes. Estamos en alerta máxima. Es nuestro futuro el que está en juego. 

-¿Qué opinión tienes de Greta Thunberg? 

-Pasará a la historia como la primera que, ante la catástrofe, gritó y actuó. Pero no sólo por ello, sino por contagiar esa respuesta a millones de personas alrededor del globo; activistas climáticos. Ha sido capaz de sacrificar su estilo de vida para una causa mayor, un paso necesario que en la mayoría de los casos no se ha tomado. Y ha sido capaz de hacer frente a los más altos cargos políticos y recriminarles sobre su falta de actuación. No soy capaz de hablar de ella como la chispa que inició la revolución. Más que chispa, la definiría como llamarada o lanzallamas. Es cierto que ha iniciado el movimiento, y lo ha internacionalizado. Pero lo que desea es que lo continuemos y lo incluyamos en nuestro día a día. El 15M no habrá sido nada si su eco no sigue resonando como una alarma en nuestro interior. Una alarma que suena como no hay planeta B o tu casa está ardiendo. Una alarma que avisa, sin mentir, que es hora de cambiar.

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