“La Nochebuena era el día grande”
Los recuerdos entrañables, en estas fechas, brotan con fuerza. Manuel Poggio, investigador y cronista oficial de Santa Cruz de La Palma, señala que “la antigua Navidad de La Palma que se celebraba a lo largo de toda la geografía insular tenía impronta singular; aunque eso sí, con frecuencia, en cada municipio o en cada parroquia se celebraba con algunos matices diferenciadores”. Los días más señalados, rememora, “eran la Nochebuena, la Navidad, año nuevo y la víspera y día de Reyes”.
La Navidad, explica, “comenzaba el 16 de diciembre con las misas de luz, de madrugada, a las cinco o seis de la mañana”. Eran, continúa, “nueve misas de luz y simbolizaban los nueve meses de embarazo de la virgen María”. Estas misas, detalla, “estaban acompañadas de los antiguos grupos de castañuelas, tambor, pandereta y, en ocasiones, armonio”. Los mismos “tocaban unas piezas de sabor muy arcaico”.
“La Nochebuena era el día grande. Se cenaba antes de acudir a la iglesia. A media noche comenzaba la misa. Casi al comienzo, se corría el velo que tapaba un gran Nacimiento y que se armaba en el altar mayor de todas las parroquias de la Isla”, hace memoria Poggio. “Entonces”, prosigue, “se daba entrada a los pastores vestidos con traje tradicional”. Entraban desde una de las puertas exteriores de la iglesia y, al acceder, se dirigían, al altar. “Allí danzaban o hacían ofrendas al Nacimiento recitando diferentes versos”, abunda. Después, a lo largo de toda la misa, “desde el coro, se interpretaban los toques tradiciones de castañuelas. Al final había una procesión claustral del Niño y un besapiés”, describe Poggio.
Normalmente, evoca, “al concluir la misa, en los diferentes municipios de La Palma había un baile en alguna de las sociedades recreativas locales”.
El 25 era el día para “la gran comida familiar”. Se buscaba, resalta, “algún plato especial como cabrito o una gallina arreglada”. De postre había varias opciones: “Pan dulce y otros dulces que podían variar en cada municipio y, en algún caso, el llamado 'turrao', una especie de turrón casero a base de trigo, rapaduras y almendras amasadas en una pelota”. Sin embargo, comenta, “todo ello estaba envuelto en un ambiente de grandes penurias”.
El fin de año “se solía acudir a un baile a la sociedad local y el día de año nuevo se celebraba la fiesta del Niño”, señala.
La fiesta de los Reyes Magos “era otra de las jornadas importantes”. En la víspera, destaca, “solía interpretarse un auto de Reyes Magos”. En esta escenificación “había una pequeña cabalgata de los reyes a lomo de un caballo u otro equino” que después se presentaba “ante el palacio de Herodes, en las inmediaciones o interior del templo, y concluía con las ofrendas ante el Nacimiento”.
A partir de finales del siglo XIX, sintetiza, “se introdujo un auto de Reyes Magos, una adaptación de la obra La infancia de Jesús (1784) del autor malagueño Gaspar Fernández de Ávila realizada por el dramaturgo local Antonio Rodríguez López”. Al parecer, puntualiza, “esta pieza se estrenó en Garafía -seguramente pedida por el secretario municipal Antonino Pestana Rodríguez a Rodríguez López- y, luego, se extendió al resto de la Isla”.
En Santa Cruz de La Palma, la primera cabalgata de Reyes en forma de espectáculo se celebró en 1918. “Fue impulsada por algunos militares destinados en la Isla y duró sólo unos dos o tres años”. En la década de 1920, añade, “suspendida la cabalgata, se celebró durante varios años una recogida de juguetes en la Alameda”. Esta comitiva real de la capital insular “no volvió a organizarse hasta 1971”.
En el mundo rural, apunta, “el día de Reyes había también una misa con grupo de castañuelas y tambor”. En algunas iglesias, expone, “al igual que en Nochebuena, niños vestidos de pastores recitan algunos versos. No se repartían juguetes entre los niños porque no existían”.
“Aquí concluía la Navidad y se volvía a las duras tareas agrícolas”, concluye Manuel Poggio.