“Mi traje corto es para las jóvenes, y estoy contenta porque han respondido”
Era consciente de que su propuesta podía generar cierta polémica, pero no se esperaba tanto revuelo. La artesana costurera Marisol Brito Lorenzo, que imparte clases de patronaje y diseño en el local de la Asociación de Vecinos Nuestra Señora de La Encarnación, en Santa Cruz de La Palma, está un poco abrumada por las críticas que ha suscitado su iniciativa de modificar el traje típico femenino para hacerlo más cómodo y adaptarlo a los nuevos tiempos. “No estoy atentando contra las tradiciones ni contra la pureza de la vestimenta, de lo que se trata es de resaltar la artesanía, sobre todo el bordado, que es lo verdaderamente artesano, y también el zapato; aquí no se ha desvirtuado nada, lo único que se han perdido son 50 centímetros de altura de falda”, ha manifestado a LA PALMA AHORA. “Mi propuesta se puede criticar o alabar, pero no me ha gustado que se hayan hecho acusaciones personales, y por eso he dejado de seguir la información en los medios”, ha confesado.
Los comentarios negativos que se han hecho sobre su diseño, sin embargo, no van a conseguir que aparque el proyecto. “El traje es uno más en casa, me encanta, estoy contenta con él y voy a seguir para delante”, asegura. “Es una opción, el que quiere se lo pone y el que no, pues que no se lo ponga, pero creo que tenemos que tener opciones”, dice.
Pero Marisol, que procede de una familia de tradición artesana, en la especialidad de bordado, también tiene apoyos. “Yo he diseñado el traje pensando en las jóvenes, y ese sector de la población me ha respondido como yo esperaba, y por eso estoy contentísima”, asegura. Además, añade, “las madres con niñas pequeñas ya me están llamando porque quieren hacerles el vestido para que lo lleven a las fiestas del colegio, en el Día de Canarias o en Navidad”. “Mucha gente se está sumando a mi propuesta porque ven que es una opción más cómoda”, señala. “El traje sigue siendo el mismo, no he atentado contra las tradiciones, ni contra el gremio de artesanas, al que yo respeto mucho y espero que con el tiempo se dé cuenta de que tenemos que innovar y llegar a todos los sectores de la población, no solo a las personas mayores”, apunta. Esta mujer se considera ante todo “una costurera” y el traje que ha diseñado es “como un cuadro, una obra de arte de la que me siento orgullosa”.
Amante de los cambios
Llevaba tiempo dándole vueltas a esa idea y al final se decidió a ejecutarla porque “tengo una hija adolescente que ya no se ponía el traje porque le resultaba muy incómodo, y también porque que gustan mucho los cambios; pienso que tenemos que progresar y no estancarnos”, comenta.
El primer diseño que trazó no le gustó porque la idea era “afinar la cintura y resaltar la cadera”, y no lo logró. “Ahora le he dado más volumen a la cadera y he ajustado el corpiño, y la modificación me ha encantado, hasta el punto de que dejó de gustarme el traje largo; me parece raro que la gente lo critique, quizá sea porque en la foto no se aprecia tanto su elegancia como en vivo”, se justifica. “He conseguido que se vea el bordado, que no tengas que mirar hacia abajo para contemplarlo porque lo tienes a la altura de la vista; yo considero que lo más bonito y artesano es el bordado”, insiste.
Marisol, que desde pequeña se ha interesado por la costura aunque lleva dedicada a esta profesión unos diez años, no borda pero sí lo hace su madre, María Nieve Lorenzo, especialista en puntos antiguos que ya se han perdido. “Ella ha colaborado conmigo en el traje, y, si bien en un principio tuvo dudas, al final se convenció y está muy contenta con la idea”.
En la propuesta que defiende Marisol, una mujer vitalista y llena de proyectos, hay además una ventaja: “Si alguien tiene un vestido que ya le ha quedado corto lo puede reciclar y aprovecharlo cortando la falda y la enagua”. La cuestión económica también juega a favor del nuevo diseño: “Hacerte este traje puede salir por unos 700 u 800 euros, mientras que el tradicional supera los 1.000 euros”, afirma.
Marisol forma a un grupo de alumnas en su taller de la Asociación de Vecinos de la Virgen de La Encarnación. “Damos clases dos días a la semana, durante todo el año; viene mucha gente joven que empieza a patronar y a coser; aquí se aprende a hacer de todo, tanto la ropa típica como un vestido de fin de año o de boda; ellas los confeccionan, yo solo enseño y dirijo”, precisa.
Su hijo, un pilar fundamental
Pero en esta innovadora propuesta de modificar la vestimenta tradicional femenina, Marisol cuenta con un pilar fundamental que es su hijo Paco Vales (www.instagram.com/pacovales), estudiante de Arquitectura en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). “Mi madre llevaba ya unos dos años comentando la propuesta, y yo le dije directamente que se la iban a criticar, pero ella siguió madurando la idea y yo he seguido todo el proceso; me consulta mucho porque a mí me gusta la artesanía y la indumentaria, y siempre he colaborado con ella en estas labores”, ha expuesto a este diario digital. “Independientemente del aprecio que le tengo porque es mi madre, como artesana creo que es no lo que La Palma necesita, sino lo que España y el mundo necesitan, personas que evolucionen, que se adapten a los jóvenes”, afirma con absoluto convencimiento. “Ella conecta con la juventud, respeta sus opiniones, y este traje salió de ese proceso, de hablar con los jóvenes, de observarlos, de ver lo que estaba pasando en las romerías y en la Bajada de la Virgen”, destaca.
A Paco Vales la idea de su progenitora le parece “magnífica”. “Hay chicas que no se sienten cómodas con una falda larga, que no se ven guapas, y por qué no le podemos ofrecer la opción de que lleven una falda corta, no creo que se atente contra el traje típico por recortarle 50 centímetros”. Vales apuesta por “diseñar una vestimenta que resulte cómoda y que la gente pueda llevar con orgullo y elegancia”.