Espacio de opinión de Canarias Ahora
La verdad
Sucedió antaño que en el fútbol eran once contra once y un árbitro que tenía su verdad y a veces se equivocaba. La condición humana. Entonces, lío en el estadio y división de opiniones. Ahora, una solución tecnológica, el VAR, empequeñece la verdad arbitral. En política, la verdad ya no existe. El juez Peinado, con unos recortes periodísticos a instancias de una entidad ultraderechista, empapeló a la mujer del presidente del Gobierno aplicando la doctrina del Sermón de la Montaña, y como no encontró nada según el sermón, siguió buscando al amparo de los principios de Groucho Marx.
Joseph K en El Proceso fue detenido el día de su cumple bajo una acusación desconocida por la policía, por los abogados y por el juez. Nadie sabía los motivos de su detención. Y menos él mismo, el acusado. Pese a que sea delirante la situación, la mitad del estadio aplaude la actuación de Peinado y le piden que no acuda al VAR.
Ayuso, la deslenguada presidenta de Madrid, habita un ático por el que su pareja paga 5.000 euros cada mes. El propietario del ático y arrendador es el asesor fiscal de su pareja y también el administrador de la empresa propietaria. Es falta gravísima de tarjeta roja pero el estadio o parte del mismo le pide que no acuda al VAR. La señora Ayuso coge un micrófono y se engolfa con el Gobierno. Se defiende atacando. Cree que basta con ser estúpida para ser graciosa.
Unos y otros dan pasitos cortos y anteponen las circunstancias a la inteligencia, y los españoles hicimos como los ingleses, perdimos la alegría, pero nos quedamos con el humor. No escuchamos ni nuestras propias palabras y por eso se ha perdido la ironía. Nada es verdad, nada es mentira. Depende. De qué depende.
Lovecraft arrancó un libro “el ser en el umbral”, diciendo algo así: es cierto que le metí seis tiros a mi mejor amigo, pero pretendo demostrar que soy inocente. Me recuerda a Ayuso. No quiere prisioneros. Destruido el templo de la verdad, destruido el Templo de Jerusalén, se acabaron los profetas y el don profético es atributo ahora de los locos y los niños. Esto es un dicho talmúdico.
Hoy el mal, el bien, la moral y los sentimientos, son ficciones pretéritas y preteridas, solo existe el egoísmo sectario y los relatos polarizados. Un político de derecha y otro de izquierda en las redes sociales se asemejan a dos personas que están sentados. Chesterton fue el que dijo que para reconocer al enano han de levantarse los dos para patentizar su real estatura.
En esta situación, donde la verdad depende de la bandería, podemos recordar el juego de palabras de Juan Benet que es de aplicación a lo que nos está pasando: “Y nunca lo quiso escuchar porque siempre quiso no querer escuchar y al final solo quería no poder dejar de querer escucharlo”. Escuchar la verdad. Eso es lo que queremos.
El Comité de Salvación Pública de la Convención Nacional francesa se creó con el objeto de proteger la revolución utilizando los argumentos y los medios del terror. Yo echo de menos que nos reunamos en comité para mejorar la salud pública consistente en poder disponer de la verdad. Estamos desprotegidos. Entonces fue cuando Robespierre escribió a Danton, te quiero más que nunca y hasta la muerte. Firmó la carta un año antes de cortarle la cabeza. A lo mejor conviene permanecer así, ajenos a la verdad, pero con la cabeza. Y sin VAR. La verdad se nos esconde tan lejos como los sentimientos del caracol cuando se cubre con su concha. Por fin, siento de veras si algún lector entiende que lo dicho alimenta al problema y no alumbra la solución. Que aspirando a estar en el círculo virtuoso en realidad habito el círculo vicioso.
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